Tres acontecimientos coinciden en este mes. El derrocamiento de Salvador
Allende, el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y la
captura del jefe de la banda terrorista Sendero Luminoso.
Distintos y lejanos en el tiempo entre sí, tienen sin embargo elementos
comunes y de ellos se desprende la sensación de tareas inconclusas y de
amenaza a La Libertad.
El golpe de Augusto Pinochet marcó un hito en la política latinoamericana. Hasta entonces Chile sumaba desde su independencia apenas trece meses de interrupciones anticonstitucionales. Ejemplar en su trayectoria republicana, le llegó el momento trágico cuando la derecha y la intolerante política de los Estados Unidos,
en plena Guerra Fría, decidieron interrumpir el proceso democrático. Se
avecinaban elecciones parciales y todo indicaba que la Unidad Popular
iba a conseguir un triunfo aplastante.
El golpe demostró la
absoluta falta de respeto de la derecha económica por las libertades.
Pinochet se dedicó a destruir las instituciones e imponer una dictadura
que en medio de la represión contra sus adversarios duró 17 años. Al
final un referéndum sobre su continuidad lo derrotó. Los grandes
partidos históricos resurgieron pero con una variante importante: la
derecha pura y dura fue reemplazada por una corriente moderada y
democrática.
El atentado contra las Torres Gemelas marcó un giro
en la política exterior de Washington, pero un giro equivocado. La
invasión de Irak fue la consecuencia más terrible. El pretexto de las
“armas de destrucción masiva” del régimen de Bagdad nunca pudo ser
probado y la guerra civil desatada tras la caída del antiguo aliado de
los EE.UU. aún prosigue. Pese a la ejecución del fanático y
multimillonario empresario saudí Osama Bin Laden, sus hordas siguen
matando.
El drama de la primavera árabe es que al lado de los reclamos de democracia contra las envejecidas dictaduras militares que Gamal Abdel Nasser inspiró, aparecen facciones integristas donde no deja de meterse Al Qaeda.
La
captura de Guzmán fue un golpe decisivo cuando en su delirio creyó
haber alcanzado el “equilibrio estratégico”. El comportamiento del
cabecilla que quería una “cuota de sangre” de un millón de muertos para
imponer su dictadura totalitaria, fue vergonzoso de principio a fin, a
cambio de mejores condiciones carcelarias.
Ciertas categorías
inconsistentes usadas acríticamente en la Comisión de la Verdad, han
creado la confusión de culpar a los partidos políticos, víctimas del
terror, por defender a la democracia cuando gobernaban. Incluso estos
ideólogos dan por culminada una “época de violencia”, cuando el
senderismo sigue asesinando porque jamás fue extirpado.
El enredo
continúa cuando nadie sabe por qué extraña pirueta, las operaciones
terroristas con Guzmán libre, pertenecen al “conflicto armado interno”,
mientras que las decenas de soldados, Policías y civiles que siguen cayendo, ya no.
SL es la sombra trágica de la violencia que desde abajo quiere acabar con la democracia.
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