
Debemos empezar por no caer en un vacío llamado “contra la clase política” si es que no estamos dispuestos nosotros a reemplazarla. En las últimas marchas hubo personajes (posiblemente infiltrados) pidiendo cerrar el congreso o rechazando la existencia del Estado, actitudes que sólo le sirven a las dictaduras y debemos minimizarlas lo más posible.
En segundo lugar, debemos reconocer que no estamos inventando la pólvora al salir a protestar, ni siquiera estamos utilizando cánticos novedosos o los convocantes sean personajes nuevos en política. La diferencia se ha logrado gracias a la pluralidad de los participantes, la importante cantidad de independientes, y de que por fin hemos logrado representar un clamor popular de forma efectiva. Estos avances se ven en retroceso con actitudes infantiles de querer monopolizar la protesta por parte de algunos partidos políticos de izquierda, que en su frustración de figuretismo y amnesia crónica (como si ellos nunca hubiesen tenido casos de corrupción) optan por el autarquía y la división. No permitamos que la seudoizquierda desvirtúe la protesta.
Debemos consolidar a la nueva generación. Necesitamos escoger a los mejores cuadros para que dirijan movimientos y partidos y asegurarnos que la fiscalización sea efectiva para con nuestros representantes, que tengan la madurez para negociar con otras fuerzas al mismo tiempo de representar efectivamente a sus bases. Un aporte importante sería un pacto por elecciones internas limpias llevadas por la ONPE, un paso que pudiésemos tomar todos los partidos y movimientos desde ahora.
Usemos la imaginación, y marchemos frente al desgobierno en defensa de la democracia, pero digámosle no a la antipolítica paranoica que sólo busca dividir y no sumar. Necesitamos retomar el principio del Frente Único, pero no para crear un solo partido, sino para reconstruir el pacto social que nos une. Si estas movilizaciones ayudan a iniciar ese proceso, entonces en verdad habremos logrado algo.
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