Por: Ricardo Yturbe
Desde hace dos semanas se ha dicho y
escrito mucho sobre la propuesta de Alan García, en torno a la
creación del #MinJuv. Muchos, a priori, han lanzado opiniones en el
calor del debate, sin embargo existen algunas precisiones, desde mi
humilde punto de vista.
Cabe comenzar por hacer una pregunta de
rigor: Es necesaria la creación de un ministerio para satisfacer las
demandas de la juventud (entendiéndose a los comprendidos
entre 15 y 29 años)? El ex Viceministro de Promoción del Empleo, Javier Barreda, en su columna "Políticas para la Generación Y"
(La República del 16 de agosto del 2015), señaló que se había
incrementado al 76% la gente que considera "difícil"
encontrar un empleo, asimismo, sólo el 10% de la población
consideraba "fácil" encontrar un empleo. Existe una
realidad que no podemos negarla, ni taparla, jóvenes que demandan
oportunidades de empleo, y a eso podríamos agregar, oportunidades de
capacitación para la búsqueda de éste y el emprendimiento.
Por otro lado, tenemos que el
incremento de la delincuencia tiene como principal objetivo a
jóvenes, inclusive menores de edad, por lo que políticas que van
desde el control de la natalidad, pasando por la educación, la
inserción y re inserción pacífica a la sociedad, son urgentes.
Hemos presenciado el sin fin de mesas
de trabajo multisectorial sobre la problemática juvenil, que son
diametrales mitos que de discusiones bizantinas, buenos coffee breaks
y tertulias que sirven para la vanidad personal no han pasado. La
Juventud es una realidad que el Estado no puede negarse a tratar de
manera específica y con políticas de estados específicas. Los
tiempos han cambiado, la innovación tecnológica y el emprendimiento
deben ser un pilar el trabajo en las políticas públicas de un
#MinJuv
Muchos dicen que significaría un
sobrecosto innecesario, habiendo tantas entidades del Estado que
tratan el tema de la juventud, deporte y la innovación. Es cierto
que existen, pero están diseminadas por distintas carteras, las
cuales no tienen ni la atención, ni mucho menos el presupuesto
necesario para que cumplan cabalmente sus funciones. Por ello, la
creación de este ministerio no debe significar la creación de más
dependencias estatales, sino la conjugación de las existentes, con
un liderazgo político que sea capaz de sortear las barreras que
impone los eternos funcionarios del MEF.
En la línea del párrafo anterior,
vale desbaratar el mito de que el Ministro de la Juventud deba ser un
joven, pues no sólo por resultar falacioso, sino por qué, al ser un
nuevo ministerio que contará con reticencias y desconfianzas, el
Ministro de la Juventud debe contar con liderazgo en la aplicación
de las políticas de juventudes, con experiencia en la gestión
pública, como la generación del empleo, la educación, la
innovación tecnológica, la salud y demás políticas de inclusión,
es decir, un autoridad y no un pulpín.
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