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Del ingenio a la innovación política. Por Alan Salinas
En estos últimos tiempos se escuchan con bastante frecuencia dos conceptos que acompañaron (y acompañan) el proceso social de nuestro país. La primera está referida al tema del ingenio, y la segunda está referida al tema de la innovación. Para el presente artículo el uso frecuente de estos dos conceptos se pasará a utilizar para analizar la intermediación política de los partidos ante la sociedad.
Sobre el primer punto, para el sociólogo Guillermo Nugent en su libro “El Orden Tutelar. Sobre las formas de autoridad en América Latina”, el ingenio nos ayuda a describir y analizar las costumbres sociales de los peruanos en el último cuarto de siglo frente al orden tutelar representado por la Iglesia y las Fuerzas Armadas, donde sus características más resaltantes son el “valerte por ti mismo” y la invención. Dicho concepto, a medida que pasó el tiempo, dejó su carácter inicial de respuesta a situaciones de emergencia económica para convertirse en un estilo cultural, con capacidad genérica de hacer las cosas en un orden marcado por la naturalización de las desigualdades.
Sobre el tema de la innovación, leyendo un reciente artículo titulado “Del ingenio a la innovación” de José Luis Chicoma en la revista Poder, que por cierto da título a este texto, el autor sostiene que debemos pasar de soluciones originales en situaciones difíciles a un sistema que incentive la innovación, donde el gasto en investigación científica sea la prioridad, donde el gasto en infraestructura física (carreteras) y tecnológica (internet) sea importante para el desarrollo de ideas creativas y donde la sistematización de la información sea lo fundamental para el desarrollo del país. El autor ejemplifica claramente lo que pasa actualmente con nuestro sistema que pone trabas administrativas para el tema de las patentes y el gasto en investigación. De acuerdo a ello, se debe pasar de administrar un sistema deficiente para pasar a institucionalizar la toma de riesgos para el desarrollo del conocimiento.
Habiendo explicado dichos conceptos, pasaremos a utilizarlos para analizar la actual intermediación precaria de los partidos políticos para con la sociedad peruana.
Actualmente, nuestro sistema de partidos pasa por un proceso de sobrevivencia en una sociedad peruana culturalmente provinciana, pragmática, informal, vinculada fuertemente a las tecnologías de la información y comunicaciones. Y por qué no decirlo: anti-política. Casi siempre se suele escuchar que “mientras no choque con mis intereses, todo bien”, sino tenemos lo que pasó justamente en el proceso de revocatoria a Susana Villarán, donde casi la revocan. Una tensión silenciosa y permanente, que cada cierto tiempo aflora. Sobre esa atmósfera, desde los años noventa en adelante, nuestras organizaciones políticas pasaron a administrar la crisis partidaria, a recurrir al ingenio para trabajos coyunturales, como los electorales, para no perder la inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones. Pasaron a tender puentes con operadores políticos, que son como gamonales en su territorio (que muchas veces no tienen legitimidad) y no fomentar liderazgos partidarios. Vale decir, con el pasar del tiempo, el vínculo político con la sociedad se fue volviendo precario, el trabajo político pasó a adaptarse a la informalidad social y económica del país sin vincularlo ni aglutinarlo en una plataforma política de largo plazo. En suma, los partidos se dejaron ganar por el presente permanente del ingenio o soluciones generales para situaciones electorales/coyunturales, convirtiéndose en un estilo cultural o forma de hacer política en el país.
¿Cuál es el reto entonces para pasar del ingenio en una situación de sobrevivencia a una innovación política?
Es pretencioso lo que se quiere dar a conocer como “solución” en este artículo, para ello se necesita un trabajo más elaborado, pero propongo algunas ideas al respecto. El mercado nos ha enseñado que la confianza es vital para las transacciones comerciales. Sobre este marco, actualmente, nuestras organizaciones políticas carecen de prestigio o son tímidamente confiables porque siempre vemos las mismas caras (¿y la renovación generacional?). La ciudadanía en general suelen percibir en los partidos políticos organizaciones pesadas y burocráticas, donde todo se soluciona en asambleas, perciben además que los políticos hablan de un “bien común” etéreo que no les son muy cercanos a su vivencia cotidiana, antes de hablar de su interés de grupo, de cómo le van a solucionar su necesidades básicas y de ciudadanía, como el tema de propiedad y garantías para el tema de los derechos sociales mínimos (como seguro de salud) para los trabajadores informales, mototaxistas, etc. Sobre esos puntos, por ejemplo, se debe recurrir a un proceso diálogo y recojo de demandas para vincular nuevamente poder y política, en un trabajo a largo plazo. Ojo, no poder para servirse de la política, sino poder para organizar y mejorar las condiciones del ejercicio político para recobrar la confianza en la ciudadanía.
En lo que respecta al tema de la participación en las organizaciones políticas, se sigue pensando tradicionalmente en el partido-militante y en el que da todo su tiempo a la causa colectiva. Actualmente, nuestra juventud y ciudadanía en general vive un proceso marcado fuertemente por la idea del reconocimiento individual y la participación sin compromiso en organizaciones sociales y virtuales. Si tenemos en cuenta este contexto, ¿cómo conjugar reconocimiento individual a una causa colectiva? Actualmente, se piensa el vínculo organizacional desde el partido político a la sociedad, y no todo lo contrario. Es por ello de su adaptación/sobrevivencia en ese contexto. Nuestra sociedad peruana vive un marcado proceso de identidad a grupos de interés (asociaciones de mototaxistas, de mercados, de consumidores, descentralistas, etc) y de ciudadanía (feministas, LGBT, etc.) que los partidos políticos deben aprender a conectar, a flexibilizar la organización, las ideas de trabajo político y a sistematizar/transformar la información en una agenda en común a largo plazo. Muchas de esas organizaciones son informales, que necesitan de ese “cross over” para vincular su participación individual o de grupo a una plataforma más amplia de trabajo a mediano y a largo plazo, donde no se limite sólo a la militancia y a las asambleas. Asimismo, se necesita de espacios que sean atractivos para la participación, donde no sólo tenga una función política sino también de servicio social que tenga conexión a internet. Eso genera comodidad y disposición para la participación y para el acercamiento de los partidos al ciudadano en general.
Todo lo explicado líneas arriba implica una verdadero cambio en la forma de hacer política, vinculando organización, espacio y participación en una plataforma política de larga duración. Sólo así se logrará pasar del ingenio (respuestas generales) en esta situación de sobrevivencia política a una innovación (institucionalización de propuestas) que permita pensar desde la sociedad a los partidos para una adecuada intermediación política.
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