Sin derechos laborales no hay desarrollo económico
Un
tema que los peruanos aún no comprendemos en forma cabal es la importancia que
tienen los derechos laborales y, junto con ello, el sindicalismo democrático,
como una vía de fortalecimiento de los derechos ciudadanos y la responsabilidad
social.
A
diferencia del llamado sindicalismo “clasista”, de cuño comunista, que fomenta
el resentimiento social y el enfrentamiento destructivo entre patronos y
trabajadores, el sindicalismo democrático propugna la defensa de los intereses
laborales en un marco de respeto a la ley y colaboración con el progreso de la
empresa y con el desarrollo del país.
Un derecho
injustamente negado
Del
mismo modo que en muchas universidades se “prohíbe hacer política” y se excluye
a los estudiantes del derecho al cogobierno y a organizarse en gremios (centros
federados, federaciones, etc.), en muchas empresas privadas se “prohíbe hacer
política” y se excluye a los trabajadores del derecho a la estabilidad laboral
y a organizarse sindicalmente para conocer y defender sus derechos.
Esa
prohibición, además de vulnerar derechos largamente reconocidos, desconoce la
importancia de la organización social autónoma como una fuente de formación de
ciudadanía responsable y constructiva. No olvidemos que la sindicalización o sindicación es un
derecho reconocido legalmente en el Art. 28º de la Constitución Política del Perú (1993).
También
tiene amparo legal en el Convenio 87 de la OIT (adopción 09-07-1948, entrada en
vigor el 04-07-1950), ratificado por el Perú mediante Resolución Legislativa
13281 del 02-03-1960. También es reconocido en el inciso 4 del art. 23º de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (10-12-1948). El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (16-12-1966) lo reconoce en su
art. 22º. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(16-12-1966) lo reconoce en su art. 8º. Asimismo, tiene protección en el art. 16º
y 26º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (22-11-1969).
Hay
que enfatizarlo. El sindicato no es un derecho “comunista”. No
lo inventaron los comunistas. Es un derecho democrático surgido de las naciones
con cultura republicana y que ha sido negado por todo tipo de dictaduras,
incluidas las comunistas.
Ventajas del
sindicalismo democrático
El
sindicato no es pernicioso en sí mismo y hay normas laborales internacionales
que previenen del mal uso de las libertades sindicales. Pero también hay un
buen uso de estas libertades que fortalece la unidad empresarial y el sentido
de colaboración de los trabajadores. Elevar los índices de producción, optar
por mejores tecnologías, dinamizar las cadenas de producción, mejorar la
productividad per cápita de acuerdo a ciertas metas, detectar a los
trabajadores que tienen talento para el liderazgo y la mejor comunicación entre
trabajadores y empresa; todo eso y mucho más es posible lograr en base a una
organización sindicalista democrática, dialogante y colaboradora.
¿Qué
se requiere por parte del empleador? En primer lugar, reconocer los derechos básicos
de sus trabajadores. Abusar de estos derechos genera conflicto social haya o no
sindicato. Y la justicia terminará por imponerse. En segundo lugar, el
empleador debe darse cuenta que un equipo laboral consciente y responsable de
sus derechos hace mucho más por la empresa que un conjunto de servidores mal
pagados y temerosos de su precariedad laboral.
La huella nefasta
del sindicalismo comunista
El
sindicalismo “clasista” de los grupos comunistas de la CGTP y otras facciones se
preocupó por infiltrarse en las grandes empresas, sobre todo de franquicia
internacional, con el fin de ganar titulares propiciando huelgas irracionales y
desprestigiando al país como destino de inversiones. Poco o nada hizo por los
trabajadores de las pequeñas empresas, a diferencia de la CTP aprista, que ha
brindado asesoría laboral a empresas de toda condición.
Enemigos de la paz, la libertad y los derechos de los trabajadores
Entre
1975 y 1993, período de surgimiento, desarrollo, apogeo y decadencia del
sindicalismo “clasista” (y de hegemonía del terrorismo), las justas
aspiraciones de los trabajadores organizados fueron conducidas, en forma
irresponsable en muchos casos, hacia el enfrentamiento radical contra el
Estado, con los consiguientes resultados trágicos (a los que se suman las
víctimas de la violencia subversiva). Los ejemplos sobran. El resultado fue un
promedio de 12 mil horas/hombre anuales en pérdidas entre 1980 y 1990 y 25 mil
trabajadores despedidos, a los que se suman 32 mil despedidos por el “shock”
del gobierno de Fujimori entre 1990 y 1992 (Yepes y Bernedo, Los sindicatos, los gremios empresariales y
las organizaciones de mujeres, 2003)
La triste realidad
sindical de hoy
Hoy
en día, por el deterioro de los derechos laborales, el sindicalismo vive una
injusta decadencia. En el pasado, entre 1930 y 1955, cuando la Población
Económica Activa (PEA) manufacturera (fabril y artesanal) peruana creció de 342
mil a 487 mil individuos, la sindicalización llegó a cubrir casi el 10% de la
PEA (CEPAL, El proceso de
industrialización de América Latina, 1966).
Un
proceso inverso empezó a ocurrir a partir de la década de 1990. Entre los años
1998 y 2001 los trabajadores sindicalizados disminuyeron en un 32.8%. El
resultado fue un total de 860,397 trabajadores sindicalizados el año 2001,
equivalentes al 5.2% de la PEA empleada (PLADES, Indicadores de derechos colectivos, 2001).
Hoy
en día, las cifras actuales son casi dramáticas. De una Población Económica
Activa (PEA) total de 15’504,614 trabajadores, pertenecen a la PEA formalmente
ocupada 14’853,975 trabajadores, de los cuales sólo el 4.8% está sindicalizado.
Esto es, 97,337 trabajadores, de los cuales 93,760 pertenecen a Lima (Fuente: INEI-ENAHO
Condiciones de vida y pobreza, 2009). Y la tendencia es a disminuir. Un dato
importante adicional es que el 89% de la población laboral sindicalizada la
constituyen varones.
Renovar el
sindicalismo y la organización gremial
Hoy
en día el gran desafío es la organización de los nuevos emprendimientos: las
PYMES y las nuevas asociaciones de productores artesanales y de servicios.
Necesitan organizarse gremialmente los pequeños productores para acceder a
mejores oportunidades de mercado y renovar sus tecnologías. Y sus trabajadores
también necesitan organizarse gremialmente para identificar sus necesidades y
homologar sus condiciones laborales en armonía con un plan de crecimiento del
sector al que pertenecen.
No
se trata de una “lucha de clases” entre PYMES y grandes empresas; ni entre
trabajadores de PYMES y sus empleadores. Se trata de organizar una
compatibilidad entre derecho laboral y modernización de la competitividad. Se
trata igualmente de prestar atención a las
necesidades de los jóvenes, quienes son las principales víctimas de la falta de
derechos sindicales y de estabilidad laboral.
Renovar
el sindicalismo es parte fundamental de nuestra recuperación democrática,
todavía inconclusa. Hoy en día tenemos un Consejo
Nacional de Trabajo que recibe denuncias y quejas sin que se tomen decisiones.
Ha sido descrito por los laboralistas como una suerte de "agujero
negro" donde van todas las propuestas que nadie quiere discutir
seriamente. Carecemos igualmente de una Ley General de Trabajo acorde con
nuestra nueva realidad y ha quedado trunca la modificación de la actual Ley de
Relaciones Colectivas de Trabajo, que el gobierno del señor Humala prometiera.
Cambiar de mentalidad
Pero
lo más urgente es cambiar la mentalidad sobre los derechos laborales. Apristas,
social cristianos, socialistas democráticos y los partidos democráticos en
general deben unir sus esfuerzos en torno a este problema. Todo ciudadano
preocupado en forma honesta y sincera por el futuro de los derechos laborales
debe hacer elevar su voz.
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