La etapa auroral de nuestro partido ha quedado en la memoria
de la historiografía peruana, así como la acción de los compañeros, víctimas de la persecución militar y de la
nefasta oligarquía, queda como ejemplo inspirador de las actuales generaciones
apristas. Pero nuestro partido, fundado en 1930, sección del Aprismo
Continental fundado en 1924, no gobernó
sino hasta 1985. Y en política, además de calar en la conciencia de la gente, la
conciencia de los manuales e intelectuales, también es necesario administrar el
poder del Estado, de lo contrario, cualquier movimiento o partido político será
pura nómina, solo expresión utópica y mítica sin realidad: igual que el
Comunismo criollo. Por ello, era de
vital necesidad evolucionar, pero la evolución en política no se reduce en
paporretear la palabra institucionalización, como gustan de decir los
compañeros con barniz caviar, situados en pomposas direcciones, sino en
sintonizar con las demandas, interpretar en la práctica y a través de un
mensaje claro y amplio lo que la ciudadanía necesita.
La renovación a la que hoy nosotros los militantes del
partido llamamos, no es tan lejana a la renovación que se operó en vida del Jefe
y después de su muerte. En vida Victor Raúl Haya de la Torre mantuvo el partido
en una constante renovación, ejemplo de ello fue que, hacia 1940, elaborara la
tesis de “interamericanismo democrático
sin imperio”, expuesta en el Plan para la Afirmación de la Democracia, sinónimo de evolución ideológica, que no
implicaba la cancelación de las primeras tesis, sino la añadidura en el
Programa Máximo de un sexto punto que
reflejaba el principio de superación dialéctico sobre el que se funda todo
nuestro Aprismo. Esta tesis respondía a las cuatro libertades de Rossevelt y la
tesis de desafío – respuesta, como
base de la evolución de las civilizaciones, de Toynbee, en abierta
confrontación al culto marxista y staliniano, y ante el nacionalismo “duro” del
peronismo. Luego de su muerte, las luchas al interior de nuestro partido
hubieron de descuidar la periferia
ciudadana: perdimos el vínculo directo con los no aprista, pero consentido del
cambio social en democracia, que siempre han sido parte de nuestro ideario de
acción. Entonces el año de 1985 cuando
por vez primera llegamos al poder fue nuestra gran primera prueba para ver si
nuestro partido podía responder a la nueva realidad. Respondimos, aunque dentro
de ciertas condiciones que hicieron difícil la implementación lograda y
completa de nuestro programa de cambios. El terrorismo, impregnado de voces renegadas
desde el socialismo limeño, la izquierda ortodoxa y extremista, minó las
condiciones desde las que se hubiera podido constituir una democracia social de
avanzada completamente. Pues estábamos
en un contexto en el que nuestro país, con el gobierno aprista, lideraba
movimientos como la restructuración de la deuda externa, reclamando cambios al
FMI y el movimiento de los Países No Alineados, que demandaba lo que hoy se
conoce como “inclusión social”, pero desde el aprismo en escala planetaria. Al
mismo tiempo, la inflación, heredada del pusilánime gobierno de Belaunde, se
agravó en los últimos tres años, en gran parte debido a la mezquindad de la
empresa nacional.
Sin embargo, hubimos de resarcirnos en el 2006. Y ello se
logró porque se ha venido dando una renovación en la forma aprista de ver el
mundo. Dirán algunos que esa nueva forma
aprista de ver el mundo, llamada la del “perro del Hortelano”, o la del
“entendimiento y diálogo con las grandes potencias económicas”, no es el camino
más adecuado para que el partido recupere la mística y combatividad de otros
años; sin embargo, contra este aprismo tipificado por algunos como “alanismo”, no se debe caer en el
retorno al dogmatismo auroral. Para muchos compañeros que desean la renovación
sus ideas se han estancado en la simbología, en la retórica auroral sin
contenido concreto. En sí mismo ello no es negativo, pero sin la savia de la
realidad, sin la vitalidad del ahora, es como seguir repitiendo la verborrea
del andinismo de Arguedas como gustan de hacerlo nuestros enemigos. El pasado es la expresión
patente y patética de lo congelado, de lo estacionario. Los valores que encarna
deben ser revitalizados con la savia del hoy. Es ahí donde radica la verdadera
renovación, en actualizar constantemente el principio dialéctico de nuestra
política, dentro de los cauces de la democracia. Esto es lo que han entendido
en cierto sentido el aprismo periférico, ese aprismo que no detenta
cargos, ese aprismo que tiene interiorizado el principio
de la Justicia Social pero se ve “ajeno” al partido, no por un desconocimiento
o negación de la ideología, sino porque sienten el “desfase” entre la realidad
con la que interactúan, el dinamismo de las comunicaciones y la tecnología, la
velocidad virtual de las relaciones humanas, la actualidad de los temas que se
discuten entre los jóvenes y los que tienen espíritu joven, y la realidad de
nuestro partido.
La renovación de nuestro partido radica primero en señalar
abiertamente estos desfases. No es generacional, el espíritu joven puede
radicar en un cuerpo lozano como en uno maduro y anciano. El desfase ocurre
porque se espera que la realidad se adapte al partido, y que los ciudadanos
vengan a él; cuando de lo que se trata es de ir a la realidad para entenderla y
sintonizar con ella, e ir hacia los ciudadanos a fin de entender sus nuevas
inquietudes y tomar sus demandas. Nuestro partido tiene que salir de sí mismo,
a fin de renovar su forma aprista de ver y sentir el mundo de hoy. Pero tampoco
hay que caer en el extremismo de borrar todo principio auroral de nuestro
aprismo, y tratar de hacer de nuestro partido un remedo o calco de lo que los
“intelectuales” llaman institución. Nuestro partido debe resolver cuanto antes
problemas cruciales para su democrática constitución: como el tema de los
padrones, el enquistamiento de los mismos dirigentes en los mismos cargos. Es
indispensable para la renovación de nuestro partido retomar el concepto indoamericanista del aprismo y
el sentido de la fraternidad con los partidos hermanos del Continente, pero con
propuestas nuevas y no simple retórica. Hace falta renovar el concepto del partido escuela y de la promoción de
organizaciones juveniles autónomas y dinámicas que aportan cuadros nuevos. Hace
falta ser otra vez el partido hacia el cual orienten su mirada los creativos y
los innovadores de todas las disciplinas artísticas y científicas. ¿Cómo asociar
renovación partidaria con estos principios primigenios en los que se baso siempre la renovación partidaria,
cuando estuvo vivo el Jefe? Pero el liderazgo no se opone a la renovación, más
bien la renovación, como todo proceso de reformulación, de replanteo, debe
darse en la confluencia de los mejores cuadros. Pero hay que advertir que
nuestro partido no es una ONG, no la reunión de niños bien en una asamblea de
aula particular que juegan a la política, el nuestro es un partido que detenta
una historia de sacrificio (martirologio) por la democracia, que al mismo
tiempo que es político es también religioso, de mística, y de poder
carismático, sí poder carismático. Son estos elementos privativos a nuestro
partido los que tienen que abordar la nueva realidad, y en ese proceso de
renovación sería fatal negarlos, pues el liderazgo, la mística y la
religiosidad pueden convivir con la renovación partidaria. Solo el que logre la
articulación de estos principios con la actual realidad, en una síntesis ideal
y práctica, seguirá ejecutando ampliamente los más grandes principios de
Justicia Social y pan con Libertad de nuestro Aprismo.
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