La integración indoamericana* parece estar cada vez menos en la agenda del continente. Busco los diarios y las publicaciones de los últimos años para encontrar algún esfuerzo de promover el sueño de Bolívar de algún activista político, algún escritor, o tal vez un caricaturista sin tema para la semana, pero me encuentro que una vez más que el debate de la integración está estancado. Peor aún, los únicos que se reclaman bolivarianos en los últimos tiempos son los partidarios de una autocracia personalista que utiliza el dinero del petróleo para financiar sueños mesiánicos y dividirnos entre hermanos. ¡Pobre Bolívar! ¡Nos dio la libertad y le recompensamos con arepas de gorila!
El reciente proyecto de Hugo Chávez de colonizar el continente financiando populismo con el apoyo de la dictadura cubana y así lograr un continente a su imagen y semejanza es posiblemente lo peor que le ha pasado al proceso de integración indoamericana en las últimas décadas. Una integración basada en el patronato, el servilismo, los clichés del indigenismo, y el revanchismo anti yanqui no es integración, es solamente superposición de intereses mediante el chantaje. Con la caída de los precios del crudo y la reorganización de la oposición venezolana con figuras nuevas y un mensaje de esperanza, la ofensiva chavista en todo el continente parece haberse apaciguado. ¡Quien sabe, tal vez el presidente peruano Ollanta Humala inclusive devuelva sus cuotas al proyecto!
Andrés Townsend, integrador de Indoamérica |
En todo caso, este retroceso de la internacional chavista nos da espacio para reflexionar sobre ese otro gran proyecto de integración llamado Parlamento Latinoamericano, y porque es sustantivamente mejor que el proyecto del eje Habana-Caracas-La Paz.
El tratado de institucionalización del Parlamento Latinoamericano fue firmado el 16 de noviembre de 1987 bajo las banderas de la democracia, soberanía popular, no-intervención, igualdad jurídica, autodeterminación de regímenes políticos y económicos, la negación del uso de la fuerza, la aceptación del derecho internacional y la Carta de la Organización de las Naciones Unidas. Es decir, absolutamente todas las cosas en las que los activistas de base del grupo político de Evo Morales y Ollanta Humala no creen. Según el esquema del Parlamento, los países deben tener autonomía para decidir sus políticas económicas y sociales, pero deben asumir el principio de la soberanía popular y llegar a acuerdos a largo plazo que sean parte del plan de integración regional. En vez del macanazo ideológico, el Parlamento afianza la integración como una estrategia de Estado, similar al Acuerdo Nacional firmado por todos los políticos peruanos, incluyendo al presidente electo.
El Parlamento propuso objetivos claros más allá de cualquier posible debate sobre sistemas económicos que se puedan dar entre partidos en los países del hemisferio hoy en día. La integración democrática que se promovió en este tratado incluye los ya reconocidos principios de libertad, democracia representativa, antiimperialismo, anticolonialismo, cooperación internacional, lucha contra cualquier tipo de discriminación y, muy importante, luchar por el reconocimiento mundial de un Nuevo Orden Económico Internacional. Sobre este último punto, en el discurso de clausura de la Asamblea Constitutiva del Parlamento en 1964, el secretario general del Parlamento Latinoamericano Andrés Townsend Ezcurra diría
"si los países de Oriente y los de Occidente, los de rivalidad política, se han afanado y afanan por impedir una catástrofe mundial que sería la ruina y extinción de la especie, alcanzando fórmulas eficientes de una coexistencia pacífica, es preciso también, que entre Norte y Sur, entre países ricos y países pobres, podamos alcanzar un tipo de coexistencia económica que nos permita progresar sin colonialismos, engrandecernos sin explotación, afirmarnos sin nacionalismos exclusivistas y anacrónicos".
Así, queda claro que la posición del Parlamento Latinoamericano no es ni un centímetro menos indoamericanista, o más extranjerizante, que la demagogia fetichista promovida desde las casas del ALBA, sino que es democrática, afirmativa, y consecuente con el análisis aceptado internacionalmente sobre las relaciones de poder internacionales y sobre la ambivalencia del capitalismo. En vez de continuar reclamando indefinidamente a los países del hemisferio norte por nuestra etapa colonial, los indoamericanos los invitamos a tener una relación equitativa con nuestro continente dentro del Nuevo Orden Económico Internacional
Ninguna integración, queda claro, puede pasar sin la creación de mecanismos económicos de bloque. Para el Parlamento Latinoamericano, este mecanismo es la Comunidad Económica Latinoamericana, la cual considera a Indoamérica como una sola entidad geográfica independiente y multinacional a partir de su reconocimiento como tal de parte de sus habitantes, luego de un proceso de maduración promovido por los Estados.
Mientras que el esquema de integración venezolano es clásicamente estatista y defensiva, la Comunidad Económica fomenta la aceleración del proceso de desarrollo mediante una unificación de criterios para la inversión pública y privada alrededor de las necesidades de los países integrantes, vinculando a los países progresiva pero irreductiblemente a un libre comercio interno que fortalezca las capacidades de nuestro rico continente. Clave para este proceso es la promoción de la creación de empresas multinacionales fortalecidas y la concertación de una política comercial exterior que vaya de mano con la equiparación de derechos laborales, sociales, y políticos que eleven el nivel de vida de los indoamericanos.
De la misma manera, el proceso de industrialización indoamericano promovido por la Comunidad Económica Latinoamericana está cimentado en un énfasis importante por la tecnología, mediante la cual se puede llevar una revolución agrícola para el tantas veces olvidado campesino rural, el cual se le ofrece ayuda reiteradamente en forma de créditos pero carece de las herramientas tecnológicas para mejorar sustancialmente su nivel de vida. Además, la Comunidad promueve una revolución de las comunicaciones y el transporte para reducir las diferencias abismales de espacio-tiempo que hoy tenemos en la región, promoviendo igualmente el turismo como una fuente de ingresos transversal por todo el continente. En materia de finanzas, el Parlamento fomenta la coordinación de sistemas monetarios, tributarios, salvaguardas, orientación de inversiones, y la creación de un fondo común de reservas internacionales, lo cual haría nuestro continente más seguro para inversiones nacionales, latinoamericanas mixtas, o extranjeras. Con este esfuerzo mancomunado, pudiésemos hablar verdaderamente de una comunidad moderna para el siglo XXI, sin autocracias populistas que bien pueden venir de Chávez como de Fujimori.
Lamentablemente, el Parlamento Latinoamericano se encuentra fuertemente disminuido, habiendo tomado más preponderancia mecanismos independientes de subgrupos de países como la UNASUR, el MERCOSUR, y la Comunidad Andina, los cuales han tenido auspiciosos lanzamientos y algunos logros mediáticos, pero están lejos de ser proyectos de integración dirigidos a que los americanos de este hemisferio nos sintamos unidos. En vez, da la sensación de que el proceso está tan mal llevado de que nos separamos cada vez más, polarizando el continente en bloques ideológicos e identidades separadas y hasta rivales. El boliviano ha pasado a ser aymara, el argentino en europeísta, el brasilero enamorado de sí mismo, el peruano en una marca registrada, etc. Nos falta sentirnos cerca, nos falta querernos más.
La integración es un proceso inevitable, pero hay fuertes presiones internacionales por mantener los bloques económicos naturales separados. El Parlamento Latinoamericano tuvo su auge más importante cuando el partido aprista estuvo más fuerte, y ahora languidecen ambos esperando ser retomados. Si bien el proceso chavista parece concluir en los próximos años, no se avizora aún algún liderazgo que quiera asumir un proyecto integracionista de la forma que Andrés Townsend lideró el esfuerzo del Parlamento Latinoamericano. Mientras tanto, los indoamericanos, latinos, sudacas, spiks, o como nos llamen, seguimos en espera de que nos vuelvan a reconocer como uno sólo.
Luis Zaldívar
* Por materia de exactitud, mantendré el uso del término "indoamérica" por sobre otros usados para calificar a los países al sur de los Estados Unidos. Las otras denominaciones, como latinoamérica o hispanoamérica afirman el carácter colonial de nuestro pasado, y no el esfuerzo revolucionario en el que nuestro continente se ubica desde su independencia.
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