La grave enfermedad de Hugo Chávez
le ha impedido asumir el mando pero una “interpretación auténtica” le permite
continuar en la presidencia de Venezuela desde su lecho en La Habana. Su salud
concita la atención internacional, pues se trata del destino de la quinta
potencia petrolera del planeta y del curso que seguirá la política que diseñó
el convaleciente comandante.
En la región se juega la suerte del
ALBA, la alianza de las economías más persistentemente primario exportadoras
del continente, que Caracas subsidia. Como sabemos, el propio Chávez denomina a
su socialismo del siglo XXI como “socialismo petrolero”, en clara alusión al
recurso natural que sostiene sus políticas populistas.
Este socialismo “extractivista” no
deja de ser una incoherencia, pero responde a una realidad que en esos países
permanece inmutable.Bolivia sigue el mismo esquema primario desde la Colonia
igual que Ecuador, reforzado en ambos casos por el descubrimiento de grandes
yacimientos de minerales y de Hidrocarburos. Nicaragua continúa tan pobre y
rural como en la época prerrevolucionaria. Cuba, el gran referente del grupo,
tras medio siglo de régimen de partido único, ha remachado el mismo modo de
producción que el primer orden económico mundial, hace tres siglos, diseñó para
las islas Caribeñas: cultivar caña de azúcar.
La Venezuela bolivariana insiste en
la misma pauta. La renta petrolera le permite ampliar las políticas
asistencialistas y contar con uno de los tres ejércitos más poderosos de la
región. Sobre todo es la gran baza para sostener a sus aliados. El gran
beneficiado con el petróleo subsidiado ha sido el comunismo cubano, que ha logrado
así recuperar el soporte que su asfixiada economía mono productora necesitaba,
tras el colapso de la Unión Soviética.
El carácter primario exportador del
ALBA, su conservadurismo y su considerable atraso frente al desarrollo de la
economía globalizada, hace que su propuesta aparezca como un resabio del
pasado. Mientras que los países más dinámicos del área tratan de superar sus
carencias y desigualdades asumiendo el reto de la nueva sociedad del
conocimiento, los bolivarianos no han podido ofrecer otra cosa más que el
pasado colonial, anclados en la explotación de materias primas.
El modelo político es otra apuesta
incierta del chavismo. Aunque todos en la coalición provienen del sufragio
universal, la tentación de los caudillos de permanecer de por vida en el poder
es visible. Paradójicamente en la política están más cerca del militarismo del
siglo XIX que de la democracia contemporánea. La sensación del culto al pasado
se manifiesta en la identidad del líder de la alianza con los sueños
napoleónicos del Libertador.
Un proyecto que depende del
caudillo y del petróleo no olerá a azufre sino más bien a viejos textos
apolillados. Quizás sean los últimos rezagos de un tipo de militarismo que
debería dar paso definitivo al gobierno de las leyes. Así como Santander,
cuando enterró la espada del soldado para crear institucionesrepublicanas al
suceder a Bolívar.
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