El gobierno de Ollanta Humala quiere retroceder en la aplicación del servicio militar voluntario para volverlo, como en décadas pasadas, obligatorio. Como si retumbaran tambores de guerra, lanza la convocatoria para 30 mil nuevos reclutas, que entrarán a las fuerzas armadas mediante un mecanismo de selección discriminatorio.
Los argumentos utilizados suenan inconsistentes. Recurren a lugares comunes desfasados, pues presentan el tema como una forma de educación cívica para poner en orden a jóvenes desorientados, a fin de enseñarles el amor a la patria. A continuación el coro militarista señala que cuando el servicio captaba compulsivamente, la delincuencia disminuía, añadiendo otros tópicos por el estilo.
El alistamiento de soldados se volvió voluntario con la idea de formar una fuerza armada profesional. Los militares desde su incorporación en cualquier nivel, deben recibir una remuneración adecuada con una formación acorde con los tiempos. La vieja noción de que la milicia equivale a una correccional juvenil no tiene cabida. Pensar así va en desmedro de la eficacia de cualquier organización bélica eficiente.
El llamamiento confirma su carácter excluyente, pues quedan fuera los estudiantes universitarios y quienes puedan pagar una alta suma de dinero. El objetivo no deja dudas: los sectores más empobrecidos y vulnerables de la sociedad, muchachos con escasa educación y sin mucha conciencia de sus derechos, acaban como el blanco real.
La obligatoriedad rigió en momentos de la más alta ola delictiva que el país sufriera, como sucedió en la
Del ejército de ciudadanos que propusieron los fundadores de la república, pasamos a la anarquía de los
Resulta inentendible la dimensión del reclutamiento. Nadie se toma el trabajo de explicar nada ni menos porqué hay que afectar solo a los más pobres. Salvo que la pretensión vaya dirigida a resucitar una corriente militarista que pretende tener una base social para algún larvado proyecto autoritario.
Las fuerzas armadas en las democracias modernas son entidades perfectamente constitucionales, bien organizadas, eficientes, preparadas para la defensa y sobre todo profesionalizadas. En lugar de generar zozobras abusivas, el gobierno debería incluir una partida adecuada para pagarle una mensualidad decente a la tropa.
El alistamiento de soldados se volvió voluntario con la idea de formar una fuerza armada profesional. Los militares desde su incorporación en cualquier nivel, deben recibir una remuneración adecuada con una formación acorde con los tiempos. La vieja noción de que la milicia equivale a una correccional juvenil no tiene cabida. Pensar así va en desmedro de la eficacia de cualquier organización bélica eficiente.
El llamamiento confirma su carácter excluyente, pues quedan fuera los estudiantes universitarios y quienes puedan pagar una alta suma de dinero. El objetivo no deja dudas: los sectores más empobrecidos y vulnerables de la sociedad, muchachos con escasa educación y sin mucha conciencia de sus derechos, acaban como el blanco real.
La obligatoriedad rigió en momentos de la más alta ola delictiva que el país sufriera, como sucedió en la
Del ejército de ciudadanos que propusieron los fundadores de la república, pasamos a la anarquía de los
Resulta inentendible la dimensión del reclutamiento. Nadie se toma el trabajo de explicar nada ni menos porqué hay que afectar solo a los más pobres. Salvo que la pretensión vaya dirigida a resucitar una corriente militarista que pretende tener una base social para algún larvado proyecto autoritario.
Las fuerzas armadas en las democracias modernas son entidades perfectamente constitucionales, bien organizadas, eficientes, preparadas para la defensa y sobre todo profesionalizadas. En lugar de generar zozobras abusivas, el gobierno debería incluir una partida adecuada para pagarle una mensualidad decente a la tropa.
caudillos del siglo XIX y a la arbitrariedad de las dictaduras del siglo XX. El régimen oligárquico impuso sus criterios serviles también en la milicia. De guardianes de la oligarquía a generar un servicio doméstico interno, el efecto mostró las dos caras de una moneda.
década de los ochenta del siglo pasado y por cierto no la evitó en absoluto. La delincuencia terrorista y el narcotráfico aprovecharon perfectamente el esquema de soldados sometidos que sobreviven con propinas. Los usó para obtener armas e información; incluso para infiltrar y entrenar a su propia gente.
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