Perú, país de la paranoia política
Por Luis Zaldívar
Los eventos políticos de las últimas semanas han estado marcados por un lado por la centralización de la discusión en Lima producto de la revocatoria a los regidores oficialistas del cascarón electoral llamado Fuerza Social[1] y de la polarización producida por la declaración de guerra del humalismo al APRA, la única fuerza política capaz de hacer oposición en estos momentos a pesar del reiterado pedido de silencio que había hecho Alan García para dejar trabajar al ya no tan nuevo gobierno.
Esta coyuntura ha generado una tensión bastante fuerte, pero sobretodo ha reflotado una característica muy propia de la política peruana: una increíble paranoia que divide al país, detiene las inversiones, destruye las instituciones y empodera a los antisistema que todavía están por aparecer en miras a las siguientes elecciones.
Por un lado, el proceso de revocatoria que debió centrarse en los logros y deficiencias de la gestión de Villarán, fue llevado a los insultos y a la ofensa por los defensores de los regidores oficialistas (un defecto en el cual también cayeron las desordenadas huestes del SÍ). Al ver que no había mucho que defender, la estrategia del publicista brasilero Luis Favre fue desde un principio decir que si votabas por el SÍ eras corrupto, mafioso, delincuente, etc. Unos días antes del día de la revocatoria la campaña oficialista utilizaba el hashtag #ChorosNuncaMás o #LadronesPorElSI con lo cual buscaban monopolizar la dignidad de la población. Aún cuando no lograron su objetivo, se organizó una alianza entre el gobierno humalista y los poderes económicos de Lima que siguen promoviendo el odio y la división entre los peruanos con el objetivo de mantenerse el poder a pesar de que su gestión viene siendo entre pobre y mediocre.
El segundo acto – que actualmente se viene llevando a cabo – es usar el miedo y la desinformación para atacar al gobierno anterior. Ayudándose de una comisión investigadora del congreso que en un año y medio de gestión sólo ha podido recopilar artículos periodísticos, la pareja presidencial mandó elaborar un informe que busca inhabilitar a Alan García por dar conmutaciones de penas e indultos; sin embargo, olvidaron mencionar que ellos mismos habían conmutado penas e indultado criminales para reducir la sobrepoblación de las cárceles[2]. ¿Será que buscan llevarse ellos mismos tras las rejas? Lejos de buscar la verdad y hacer una investigación seria, los promotores de la paranoia buscan el escándalo como herramienta política y utilizan una maquinaria mediática a sueldo como parlantes de su estrategia reeleccionista.
Nada de esto es bueno para el Perú. Hay muchísimos problemas en el país que no están siendo atendidos por el gobierno por ocuparse de ataques a otros políticos cuando todavía falta mucho tiempo para las elecciones. Los alimentos y los combustibles suben de precio, la inseguridad ciudadana aumenta, el empleo y la educación no mejoran y, sobre todo, no tenemos proyectos estratégicos que guien la actividad del Estado. La inercia del Ejecutivo se traduce en una peor inercia del Congreso, acentuando la desconfiaza popular en los poderes del Estado. Peor aún, esta paranoia hace que la gente menos informada crea aún menos en la clase política, sirviendo de caldo de cultivo para la aparición de personajes sin trayectoria ni propuesta que claman limpiar la política nacional. Ya hemos pasado por los resultados del escándalo y la paranoia, no permitamos al país retroceder nunca más.
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