Una interesante y poco difundida encuesta de GfK sobre actitudes y comportamientos religiosos de los peruanos, concluye en que el 36% se declara religioso y un 37% poco o nada religioso. La muestra nacional nos acerca a un factor muy importante del comportamiento social. Permite comprenderlo de mejor manera que la limitada pregunta de los censos nacionales sobre la confesión religiosa, que según el último, indica un 88% de católicos.
Entre los datos relevantes, encontramos que el 47% de los que se declaran poco o nada religiosos, son jóvenes entre 18 y 24 años, mientras que el segmento más numeroso de los religiosos, el 45%, corresponde a los mayores de 40 años. En cuanto al nivel socio económico los descreídos son mayoría en los segmentos D y E (encima del 40%) mientras que los religiosos se concentran en A y B (38% y 37% respectivamente). La religiosidad se manifiesta más en el interior (38%) que en la capital (31%).
Entre los datos relevantes, encontramos que el 47% de los que se declaran poco o nada religiosos, son jóvenes entre 18 y 24 años, mientras que el segmento más numeroso de los religiosos, el 45%, corresponde a los mayores de 40 años. En cuanto al nivel socio económico los descreídos son mayoría en los segmentos D y E (encima del 40%) mientras que los religiosos se concentran en A y B (38% y 37% respectivamente). La religiosidad se manifiesta más en el interior (38%) que en la capital (31%).
En aspectos de la agenda pública, como el aborto y el matrimonio homosexual, el rechazo de ambos grupos supera el 80%, aunque en cuanto a los anticonceptivos, no los aceptan apenas el 14% de los más religiosos. Un dato muy significativo revela que menos del 50% de los religiosos cree que la Iglesia debe participar en políticas públicas contra un 37% del otro sector.
El análisis apunta a conocer el grado de secularización alcanzado por la sociedad peruana. Útil para entender actitudes y conductas sociológicas y de paso terminar con algunos mitos que evitan desde el poder político, afrontar con solvencia el desarrollo de los derechos fundamentales.
Un antiguo temor arrastrado desde la sociedad feudal y oligárquica, previene a los partidos políticos de no contradecir a la Iglesia Católica. En consecuencia, muchas veces el oscurantismo religioso acaba por imponer sus criterios como políticas públicas. La campaña contra el aborto terapéutico, por ejemplo, trata de legalizar las violaciones y el incesto, actitud proveniente de viejos atavismos de tribus del Asia Menor que desprecian a la mujer. Igual sucede en el caso de la homosexualidad, asunto en el que la propia Roma peca mortalmente, y desde luego, en la incesante propaganda contra los anticonceptivos, que finalmente cae en el vacío, pues, como vemos, hasta los que se declaran religiosos los usan abrumadoramente.
La vida social convirtió desde tiempo atrás la semana santa en una semana turística por excelencia y la cultura juvenil cada vez más globalizada, claramente no es adicta a los sermones.
El valioso aporte de GfK permite descubrir que los cambios de la sociedad peruana, que resultan del desarrollo del capitalismo y de la democracia, pueden reubicar a los actores en los lugares que les corresponde en una sociedad moderna. Para empezar, el fundamento de la convivencia en los valores constitucionales y el Estado laico, encuentra un terreno propicio, de cuya consolidación depende la cohesión de la nación política.
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