Los que
nunca hemos simpatizado con el proyecto chavista no necesitamos muchos
argumentos para oponernos al último descalabro ocurrido en Venezuela. Es más,
siendo conscientes de que el chavismo ha sido mayoritario hasta hace muy poco,
igual nos hemos opuesto a un modelo económico que privilegia el despilfarro del
dinero, producido casi exclusivamente
por las ingentes cantidades de petróleo, por sobre la creación de bases económicas
sólidas y que, pretenciosamente, intenta intervenir en otros países.
Sin
embargo, hay muchos que siguen considerando al chavismo una “variante” de
democracia, la cual se ha basado en la popularidad del fallecido caudillo, un
discurso construido en dos dimensiones, por un lado una retórica social-reivindicacionista
y por otro uno que denuncia a “enemigo yakee” y sus “secuaces” dentro de
Venezuela (oposición), así mismo, en la
existencia de un sistema electoral que
arrincona a los opositores, y por último, la nula intención por respetar
la libertad de prensa, estilo que Chávez, salvando las distancias ideológicas y
de formas, copió del dictador Alberto
Fujimori. En ese sentido, tenemos que tener algunas cosas claras:
1. No existe democracia en donde el
Tribunal Supremo de Juticia está totalmente copado –literalmente -por partidarios
del partido mayoritario[1].
Esto no permite a ningún ciudadano ampararse en el Poder Judicial para defender
sus derechos contra el gobierno. Es importante recordar que estos señores
jueces no son “supuestos chavistas”, sino que son gobierno-confesos que van a
mítines y hacen campaña. Esta cooptación además no admite competencia interna,
ya que pareciera ser que el requisito para acceder a un puesto en las instancias judiciales es la de de tener
un “carnet chavista”[2].
2. El congreso no sólo es
mayoritariamente oficialista, sino que han despojado a la oposición de toda
posibilidad de presidir comisiones y ahora último no se le da la palabra a
quien cuestione los resultados electorales, todo ello es motivado y construido
por un sólido sistema electoral que está diseñado para dar incentivos y
complacencias al gobierno de turno, generando mayorías aplastantes en desmedro
de una oposición que no tiene mecanismos de defensa dentro de la Asamblea
Nacional[3].
3. Ninguna democracia se puede sostener
en el fraude. Nicolás Maduro antes de las elecciones decía que se allanaba a
cualquier conteo, luego dijo que era “técnicamente imposible” hacer un
reconteo, y ahora ha tenido que aceptar por presión, tanto interna como
externa, un reconteo que no será absoluto y que no cuenta con la transparencia
suficiente, lo cual hace que se reaviven las suspicacias, habida cuenta el
tiempo transcurrido y la muestra evidente de que el Consejo Nacional Electoral
es un tentáculo más del gobierno chavista.
La entronización
de Maduro bajo las condiciones señaladas es solo la muestra de cómo un país y
sus
instituciones han sido transformadas para dar cabida a un sistema obsoleto
y obtuso, que ahoga las libertades de
los venezolanos y que busca la permanencia de una neo-oligarquía partidaria con
discurso social, con supuesta semántica progresista pero oligarquía al fin y al
cabo, una elite que se ha llenado los bolsillos de petrodólares a costa de la
destrucción del aparato productivo y de la pobreza de miles de venezolanos que
hoy cada vez más gritan un cambio urgente para el país de Bolívar, esperemos
que así suceda.
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