Con una diferencia de apenas 1.5% y con poco más de la mitad de los votos escrutados, el mundo vio con sorpresa cómo las autoridades electorales de Venezuela se apresuraban a declarar “irreversible” el triunfo de Nicolás Maduro. No esperaron a que se resolvieran las impugnaciones ni que se atendieran las irregularidades que por centenares denunciaba la oposición democrática. Ni siquiera se dieron el trabajo de anunciar el resultado final.
El heredero proclamó su victoria a la carrera, asustado por la masiva pérdida de votos. Dedicado a insultar a su adversario durante toda la campaña, fue imposible escuchar de sus labios algún discurso coherente y programático. La prensa internacional, ante tal despliegue oratorio, se dedicó a contar las infinitas veces que citaba a Hugo Chávez y solo se despabiló cuando se le presentó el pajarito.
El resultado sorprende, pues, desde la elección de octubre, el chavismo perdió más de 700 mil votos. A diferencia de entonces, el Consejo Nacional Electoral demoró largas horas para dar cifras ajustadas e incompletas, pese al voto electrónico.
El heredero proclamó su victoria a la carrera, asustado por la masiva pérdida de votos. Dedicado a insultar a su adversario durante toda la campaña, fue imposible escuchar de sus labios algún discurso coherente y programático. La prensa internacional, ante tal despliegue oratorio, se dedicó a contar las infinitas veces que citaba a Hugo Chávez y solo se despabiló cuando se le presentó el pajarito.
El resultado sorprende, pues, desde la elección de octubre, el chavismo perdió más de 700 mil votos. A diferencia de entonces, el Consejo Nacional Electoral demoró largas horas para dar cifras ajustadas e incompletas, pese al voto electrónico.
Ante las gruesas dudas y tras la recomendación de la Organización de Estados Americanos de revisar los comicios, Maduro tuvo que recurrir a la UNASUR para asumir a trompicones la presidencia a los cinco días del batacazo. La cumbre de Lima no tuvo más remedio que repetir lo que la OEA resolvió, con el añadido de que el apresurado líder bolivariano traía bajo la manga el compromiso de revisar la totalidad de las papeletas de votación.
El resultado es quizás el mejor para la concertación democrática que respalda a Henrique Capriles. Lo consolida como líder y lo coloca en el papel de fiscalizador de un gobernante que, sin la personalidad de su antecesor, tiene que enfrentar una situación crítica.
Pese a contar con las mayores reservas de hidrocarburos del planeta y con una renta petrolera de 100 mil millones de dólares al año, el país vive agobiado por la escasez, la inflación, el Desempleo, la corrupción y la delincuencia. El desbarajuste de precios es descomunal, el desorden generado por el control de cambios ha llevado a sus estrategas de la economía a creer que el caos es una conspiración de la derecha.
La paradoja es que el chavismo consolida el modelo primario exportador, convirtiéndose en el emblema latinoamericano del extractivismo. El 96% de sus ingresos provienen del petróleo y prácticamente no produce nada más.
La crisis provocada por un mecanismo electoral abusivo y ventajista, donde hay un ganador que asume elAmérica Latina prácticamente libre de dictaduras, pero los problemas de los venezolanos los tendrán que resolver ellos mismos. Maduro con su afán de polarización y su intolerancia antidemocrática, va camino a seguir perdiendo los votos que el histrionismo patrimonialista de su progenitor logró acumular.
mando sin que los votos acaben de ser contados, habla de sus debilidades tras catorce años en el poder. La comunidad internacional demandará que la Carta Democrática se cumpla, en una en una América Latina prácticamente libre de dictaduras, pero los problemas de los venezolanos los tendrán que resolver ellos mismos. Maduro con su afán de polarización y su intolerancia antidemocrática, va camino a seguir perdiendo los votos que el histrionismo patrimonialista de su progenitor logró acumular.
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