APRA en la cumbre del cerro tutelar de Lima |
Se ha escrito mucho
respecto a la supervivencia y revestimiento de culto a huacas o deidades
andinas y resulta atractivo ver la continuidad de muchas prácticas rituales
revestidas y maquilladas de cristianismo, a pesar de quienes hicieron mega
campañas de extirpación de idolatrías. Desde antes de la mal llamada “conquista
española” los paisajes de los andes involucraron en credos de toda talla a los
antiguos habitantes y estos se fueron transformando o adaptando con el tránsito
de los años con sus respectivas cargas ideológicas y avatares políticos. Hoy la
mayoría de peruanos asistimos directa o indirectamente a festividades
tradicionales. Me centraré en las actividades que gravitan en torno a los
cerros tutelares y la impronta legítima del APRA.
Esta relación entre
cerro tutelar [ancestro] y población estuvo hondamente arraigada en las tradiciones
de culto, así lo afirman las investigaciones arqueológicas, históricas,
antropológicas e interdisciplinarias de reconocimiento, excavación y
prospección realizados en lugares que evidencian una clara relación entre la
población y la idea o concepción de cerro tutelar, el cual estaba sujeto a la
percepción y concepto que la sociedad misma desarrollaba sobre la
ancestralidad. Para Peter Kaulicke el “ancestro” se define en primer lugar por
la sociedad que lo reconoce como tal, lo que implica que su existencia se
limita a un concreto espacio social que es producto de un conjunto de valores o
axiomas sociales que conforman su autodefinición, por consiguiente para él no
puede haber una extensión hacia los “ancestros” de los “otros” o una especie de
ancestro universal (Kaulicke; 2000:288). Con ello Kaulicke comparte la idea de
ancestros y su influencia en la vida de sus descendientes por lo que
consideramos que los ritos funerarios y las prácticas realizadas entorno a ello
serviría para legitimar y mantener la estructura y el dominio (propiedad) sobre
el territorio y recursos utilizados por una sociedad; Concebido bajo sus
propias concepciones, valores y reglas establecidas por una comunidad. Ello nos
daría respuesta al por qué existen evidencias de tumbas, nichos y habitaciones
tumbas en casi todos los asentamientos prehispánicos del valle alto del
Chillón, debido a que cada una estaría respondiendo a caracteres culturales
propios e independientes, bajo sus conceptos y criterios de ancestro y sus
repercusiones económicas en cada caso en particular.
Entonces esto no ha
cambiado mucho y hasta hoy estas prácticas rituales van de la mano con el
calendario agrario, es decir, a los solsticios y equinoccios o mejor dicho a
las estaciones, que han sido camufladas y estilizadas en fiestas cristianas.
En el caso del cerro tutelar de Lima, rebautizado como cerro San
Cristóbal, se ha vuelto costumbre popular el peregrinar el viernes santo y
reproducir allí el vía crucis. Más allá de la significación cristiana, lo
resaltante es la respuesta del limeño al ancestro o al Apu en exactas fechas de
cosecha en las zonas más próximas de Lima donde aún existe producción agraria.
Buen articulo!
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