La profundización de la crisis europea pone sobre el tapete las recetas de la ortodoxia neoliberal. Desde que estalló hace cuatro años, el criterio predominante ha sido el de aplicar políticas de austeridad que reduzcan el gasto público. El discurso hegemónico señala que la culpa la tiene la irresponsabilidad fiscal y esto fue ocasión para lanzarse contra el estado de bienestar
Lo impresionante de estas propuestas es que no se basan en la realidad. Todos los estados europeos tenían sus cuentas en azul y sus porcentajes de deuda eran bajos y perfectamente manejables. El desbalance ocurre precisamente a raíz el estallido de las burbujas inmobiliarias por el exceso de créditos a la banca privada concedidos desde el corazón de Europa.
Si en los Estados Unidos la gran crisis fue causada por las políticas de desregulación que llevaron a que los bancos generaran préstamos masivos, que permitieron a su vez la aparición de grandes bancos de inversión que al rato se vinieron abajo, en Europa la razón es la misma.
La diferencia está en que la creación de la moneda única trajo como consecuencia que las economías periféricas se convirtieran en muy atractivas. Los bancos empezaron a prestar sin mayor control y a su vez a endeudarse con los poderosos bancos alemanes. Durante varios años la ilusión del crédito barato creció y las deudas se acumularon hasta el estallido.
Lo que no funciona es la receta. En Gran Bretaña tras dos años de aplicación por el gobierno conservador, la situación es crítica. En la península ibérica la respuesta ciudadana es de rechazo masivo. Incluso la probable derrota de la derecha en Francia puede significar una reconsideración de las medidas hasta ahora impuestas.
Se trata de una batalla de gran envergadura. Los datos son clarísimos en apuntar la responsabilidad del capital financiero y el fracaso de las políticas desreguladoras del neoliberalismo. El propio Bush respondió interviniendo a las financieras y Obama da la pelea para mantener los programas sociales, incluso reactivarlos. Al otro lado del Atlántico todavía se impone el recorte puro y duro contra la Educación, la salud, la seguridad social y la cultura.
A diferencia de lo que sucedió en muchos países de América Latina donde se debilitaron los derechos sociales por la aplicación del consenso de Washington, en el viejo continente la dinámica política es más compleja. La izquierda democrática y los sindicatos recobran protagonismo y rechazan el desmontaje de las políticas públicas. Un triunfo socialista en Francia puede cambiar los planes de austeridad de Ángela Merkel, la que a su vez tiene que afrontar elecciones el próximo año. El balance negativo de las medidas británicas genera dudas entre sus proponentes. El nuevo presidente del Banco Central Europeo es bastante más abierto que su duro antecesor, pero las cosas se decidirán finalmente en el terreno político y social.
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