Ettore Gotti Tedeschi, un financista de prestigio y miembro del Opus Dei, había sido designado por el propio Benedicto XVI en el cargo, advertido de los extraños manejos que se venían sucediendo en la entidad. Desde hace mucho tiempo se sabe de trasiegos poco santos en ese banco, que al igual que hace treinta años vuelve a ser sospechoso de blanquear dinero de la mafia.
A principios de los años ochenta, el mundo fue testigo de una serie de acontecimientos que parecían páginas de Maquiavelo comentando la agitada historia renacentista de la iglesia de Roma. Un papa muerto a los pocos días de haber sido elegido y de anunciar la intervención del IOR, varios prelados comprometidos y, como en la mejor novela negra, un banquero de Dios apareció colgado en el puente de Londres.
Tan inspiradores acontecimientos que alumbraron la saga de El Padrino de Mario Puzo, vuelven a remecer a la alta jerarquía católica. El trasfondo parece ser una adelantada pero no por ello menos despiadada lucha por el poder. Joseph Ratzinger ha llegado a sus 85 años en no muy buenas condiciones físicas y ello alienta a sus ambiciosos adversarios. El jefe de filas de la oposición es el cardenal Tarcisio Bertone, a quien se atribuye el propósito de recuperar para los italianos el solio de San Pedro.
Como coinciden los que intentan penetrar en el arcano, ésta es una jugada de envergadura que inevitablemente compromete a los poderes mundanos, inextricablemente ligados a la política del pequeño Estado. La Iglesia nunca parece tener dinero para atender a sus millones de fieles, pero siempre está atenta a hacerse de la vista gorda frente a las ventajas tributarias propias de un paraíso financiero, que le conceden sus propias leyes. Paraíso que resulta una bendición para los grandes depredadores de las finanzas.
El papa alemán carece del carisma de su predecesor, es un intelectual más dedicado al pensamiento y a la reflexión y nadie lo vincula con enredos dinerarios. Ha tenido que afrontar crisis durísimas como la pederastia criminal que ha llegado a comprometer a órdenes enteras, y su desgaste es evidente.
Trató de corregir el entuerto financiero, pero su hombre de confianza deja escrito que está bajo amenaza de muerte, por los graves ilícitos que ha descubierto.
El escándalo es de tal nivel que la prensa europea reproduce conversaciones de cardenales de la facción de Bertone, anunciando que su muerte no pasa de este año, pedido por las poderosas mafias. Como contó Puzo, hasta tienen varios votos en el sacrosanto colegio cardenalicio.
Tiempos difíciles para una iglesia que ya afronta serios problemas con la inevitable secularización y que un pensador como Benedicto XVI sabía que debía abordar. Ahora su sucesión se convierte en un enorme reto para una religión fundamental en Occidente
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