Su objetivo principal es evitar que la inversión minera, necesaria para que el Perú supere a Chile en el producto minero mundial a fines de la década, se concrete. Es el mismo proyecto que favorecerá la industrialización del país con el impulso a la industria metal mecánica y con la generación de cadenas productivas manufactureras alrededor de una explotación altamente tecnificada.
Este proceso enmarcado en los principios del desarrollo sostenible, es clave para que el Estado recaude más impuestos, a fin de tener recursos que permitan financiar con mayor solvencia las políticas públicas en infraestructura, Educación, salud y seguridad social. Esta inversión calculada en unos cincuenta mil millones de dólares, permitirá sostener un ritmo de crecimiento del 6% del PBI hasta el 2021 y aplicar políticas redistributivas para reducir la pobreza a menos del 10%.
Sandía: Verde por fuera Rojo por dentro |
Lo paradójico es que viejos marxistas han adoptado el catecismo de las secretarias eclesiásticas encargadas de cuidar intactos los “bienes creados por Dios”. Esta fe creacionista se difunde desde las parroquias con el mismo aliento retrógrado de las cruzadas contra el progreso y la modernidad.
Uno de los componentes del trío ha logrado imponer su visión bíblica de una sociedad campesina, que encaja perfectamente con la inquietud del turista de los países ricos, que nos ve como un exótico parque temático de no contactados.
Es improbable que esta utopía reaccionaria sea reconocida como la posición de la izquierda contemporánea, cuando en realidad se trata de ideologías más cercanas al cartismo artesano del siglo XVIII, que desesperado por la aparición de las máquinas, las destruía.
En la región es impensable ver a la izquierda Chilena oponiéndose al salario de su país, o en Bolivia imaginar que la COB o los poderosos sindicatos del mineral, impidan la inversión que los haga más fuertes. Lo mismo en Brasil o Colombia, donde sus gobiernos de izquierda y sus fuerzas progresistas favorecen el desarrollo de sus recursos naturales (con Venezuela no nos metemos porque el petróleo y el gas, combustibles fósiles y contaminantes, les encanta).
El drama de los extremistas que acaba por afectar al país, es que el líder mayor de este movimiento, los abandonó. Ollanta Humala decidió, luego de encabezar una cerril oposición contra el gobierno aprista, que con esta aleación de baja ley no iba a ninguna parte.
Su demagogia ya le costó el alejamiento de opositores de oficio, pero no queda claro si su opción será la de sobrevivir recostado contra las cuerdas, al estilo de su socio Toledo.
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