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miércoles, 16 de enero de 2013

Agonía del ALBA - Por Agustín Haya de la Torre

La grave enfermedad de Hugo Chávez le ha impedido asumir el mando pero una “interpretación auténtica” le permite continuar en la presidencia de Venezuela desde su lecho en La Habana. Su salud concita la atención internacional, pues se trata del destino de la quinta potencia petrolera del planeta y del curso que seguirá la política que diseñó el convaleciente comandante.

En la región se juega la suerte del ALBA, la alianza de las economías más persistentemente primario exportadoras del continente, que Caracas subsidia. Como sabemos, el propio Chávez denomina a su socialismo del siglo XXI como “socialismo petrolero”, en clara alusión al recurso natural que sostiene sus políticas populistas.

Este socialismo “extractivista” no deja de ser una incoherencia, pero responde a una realidad que en esos países permanece inmutable.Bolivia sigue el mismo esquema primario desde la Colonia igual que Ecuador, reforzado en ambos casos por el descubrimiento de grandes yacimientos de minerales y de Hidrocarburos. Nicaragua continúa tan pobre y rural como en la época prerrevolucionaria. Cuba, el gran referente del grupo, tras medio siglo de régimen de partido único, ha remachado el mismo modo de producción que el primer orden económico mundial, hace tres siglos, diseñó para las islas Caribeñas: cultivar caña de azúcar.


La Venezuela bolivariana insiste en la misma pauta. La renta petrolera le permite ampliar las políticas asistencialistas y contar con uno de los tres ejércitos más poderosos de la región. Sobre todo es la gran baza para sostener a sus aliados. El gran beneficiado con el petróleo subsidiado ha sido el comunismo cubano, que ha logrado así recuperar el soporte que su asfixiada economía mono productora necesitaba, tras el colapso de la Unión Soviética.

El carácter primario exportador del ALBA, su conservadurismo y su considerable atraso frente al desarrollo de la economía globalizada, hace que su propuesta aparezca como un resabio del pasado. Mientras que los países más dinámicos del área tratan de superar sus carencias y desigualdades asumiendo el reto de la nueva sociedad del conocimiento, los bolivarianos no han podido ofrecer otra cosa más que el pasado colonial, anclados en la explotación de materias primas.


El modelo político es otra apuesta incierta del chavismo. Aunque todos en la coalición provienen del sufragio universal, la tentación de los caudillos de permanecer de por vida en el poder es visible. Paradójicamente en la política están más cerca del militarismo del siglo XIX que de la democracia contemporánea. La sensación del culto al pasado se manifiesta en la identidad del líder de la alianza con los sueños napoleónicos del Libertador.

Un proyecto que depende del caudillo y del petróleo no olerá a azufre sino más bien a viejos textos apolillados. Quizás sean los últimos rezagos de un tipo de militarismo que debería dar paso definitivo al gobierno de las leyes. Así como Santander, cuando enterró la espada del soldado para crear institucionesrepublicanas al suceder a Bolívar.

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