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jueves, 19 de diciembre de 2013

Bachelet vuelve por la izquierda

Michelle Bachelet alcanzó una notable votación del 62% en su reelección como presidenta de Chile. No hay que olvidar que acabó su periodo anterior con más del 80% de aprobación, caso raro entre los mandatarios latinoamericanos que normalmente terminan muy desgastados.

La Nueva Mayoría que encabezó la lideresa del Partido Socialista, sin perder a los componentes históricos de la Concertación Democrática que reabrió “las grandes alamedas de la historia” tras el oscuro período dictatorial de Augusto Pinochet, trae novedades significativas, tanto programáticas como orgánicas.

El gobierno de Sebastián Piñera, el primero de talante conservador elegido tras la larga hegemonía de la Concertación, respetó los términos constitucionales pero no dio la talla para generar apoyo a sus medidas neoliberales. Más bien sirvió de blanco para criticar la privatización de la educación impuesta desde la dictadura, esquema que los gobiernos siguientes no modificaron.

La protesta estudiantil ganó las calles y fraguó un nuevo liderazgo universitario, en su mayoría militantes de la izquierda. Las enormes y sostenidas movilizaciones reclamaban el fin de un modelo excluyente, que convirtió a la educación pública en una de pago. Camila Vallejo, joven comunista, se erigió en el símbolo de la rebeldía y las consecuencias de la fuerza desatada sensibilizaron a las dirigencias. Así por primera vez desde la nueva etapa que vive el país del sur, el arisco Partido Comunista aceptó incorporarse a la coalición de centro izquierda y sus héroes juveniles encontraron la forma de llegar a la Cámara de Diputados.




Michelle Bachelet lanzó su candidatura con una propuesta renovadora. Recogió la protesta estudiantil para incluirla como uno de sus principales puntos programáticos. La reforma de la Constitución, pesada herencia del militarismo, ocupa un lugar privilegiado en el programa democratizador de la candidata socialista. Un cuarto de siglo después, el momento de ponerle punto final a los rezagos del autoritarismo y poner como eje la búsqueda de la igualdad y la cohesión social, encuentra una correlación propicia.

Los retos del nuevo gobierno no son pocos, pues la vara la coloca bastante alta, confiada en que va a dirigir una sociedad madura e integrada, donde la extrema derecha parece un recuerdo del pasado y los nuevos conservadores practican la pluralidad y defienden el estado de derecho.

Una sorpresa desconcertante resultó el alto nivel de ausentismo, como consecuencia del voto voluntario. Sorprendente porque la sociedad sureña posee un alto nivel de civismo. La conversión del voto de un deber en un derecho como que los impelió a librarse de una obligación. Ello no deslegitima en absoluto el triunfo puesto que como sucede en las democracias con voto no obligatorio, los inasistentes no confrontan los resultados.

Bachelet representa, pues, un nuevo y valedero esfuerzo por plasmar un nuevo modelo de democracia social
en la región.                              

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