La estabilidad macroeconómica afianzada desde la
recuperación de la democracia ha permitido que el Perú crezca a un ritmo
sostenido y que la inversión se multiplique. De aquí al bicentenario de la
República se esperan inversiones por cincuenta mil millones de dólares, que
permitirían que el Perú sobrepase a Chile en el porcentaje de participación en
el producto minero mundial.
Es cierto que el modelo de enclave practicado desde fines
del siglo XIX fue en gran parte abusivo, dañino para el medio ambiente y
desconectado de la economía interna. La situación empezó a cambiar con la
mejora de la legislación ambiental y la aplicación de políticas que demandan
criterios de responsabilidad social por parte de las empresas.
Giambattista Vico escribía en La scienza nuova, en el siglo
XVIII, sobre el corsi e ricorsi de la historia, para explicar su filosofía de
que nunca terminaba y que se desarrollaba en una especie de espiral, que de
alguna manera volvía a sus ciclos originales.
Algo así deben imaginar quienes se oponen a un mundo sin
minerales. La preocupación por el medio ambiente surgida por causas razonables
en los noventa, ha derivado en algunos casos en posturas extremas como aquellas
que han puesto en el blanco a la minería. En nuestro caso el tema es
particularmente delicado porque somos por siglos un país minero. La metalurgia prehispánica
llegó a niveles excepcionales y las miles de toneladas de oro y plata llevados
de América a Europa fueron el motor del capitalismo como modo de producción
planetario.
Las mayores inversiones han aumentado también la agitación
de corrientes antimineras. Confluyen en ellas desde émulos de Antonio
Conselheiro declarando la guerra del fin de mundo, agitando cruces y sotanas
contra el oro malvado, hasta exmarxistas convertidos en talibanes de la
Ecología. Unos y otros coinciden en la defensa del mundo bíblico. Su
perspectiva no resiste el menor análisis, pues su “oposición radical” a un
mundo sin metales acabaría con ellos mismos.
Resulta penoso que con los avances tecnológicos que permiten
que la minería conviva con la preservación ambiental y el desarrollo
agropecuario, en nuestro país se haya desatado un conflicto absurdo que no se
da en ninguno de nuestros vecinos. Chile vive de la minería y todos los
sectores del espectro político no solo tienen conciencia de ello sino se
sienten orgullosos de que así sea. En Bolivia y Ecuador los gobiernos de Rafael
Correa y Evo Morales pusieron rápidamente en vereda a los extremistas
antimineros.
El peligro en el Perú es que la tozudez de los que defienden
una economía premoderna detenga el desarrollo, pare la inversión e impida que
se creen fuentes de trabajo. Es decir frenen la inclusión social.
La reacción antiminera no se da cuenta que las inversiones
podrán irse a Chile, Colombia, Ecuador o Bolivia, donde les ofrecen más y
mejores garantías, dejándonos en la pobreza.
De que vale que el Perú crezca a un "ritmo sostenido" y que la inversión se multiplique y que se esperan inversiones por mas de 50,000 millones de dolares, cuando el ciudadano común y corriente,"no la ve" en sus alicaídos bolsillos..
ResponderEliminarDe que vale las innovaciones tecnológicas que como ud. ex-compañero de I.U. lo reconoce, podrían servir para que convivan con la preservación del medio ambiente, la agricultura,etc.. , cuando todos sabemos que estas empresas transnacionales lo único que les interesa es saquear nuestros recursos naturales, sin importarles la reinversion, menos gastar en los "avances tecnológicos" ,a ellos les interesa
reducir sus costos...por eso urge ponerles mano dura, nadie esta en contra de la inversion, pero en condiciones favorables para nuestro pais, ellos no se van a ir a "invertir" a otros lares, saben que al igual que ayer, aquí salen ganando...asi que no se impacienten tanto...porque de hacerlo les estarían haciéndole el juego a la derecha reaccionaria,bastante entreguismo hemos tenido ya con el corrupto de garcia y sus ministros mafiosos.