Actualmente en Ecuador frente a la llegada al poder de
Alianza País (ligado a Rafael Correa), tanto académicos como activistas
políticos están en un fuerte debate sobre la naturaleza que tienen los
movimientos políticos frente a los partidos tradicionales. Por un lado se
señala que los primeros surgen con el objetivo de hacer escuchar/procesar sus
demandas corporativas frente al Estado. Y aunque pueden tener alcance nacional,
sus propuestas programáticas siguen estando restringidas a un sector de la
sociedad, como es el caso de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de
Ecuador (CONAIE). La relación líderes-bases es horizontal, vale decir, las
plataformas reinvindicativas se deciden mediante el mecanismo de la asamblea.
Llegar al poder no es la prioridad, sino ejercer presión social y político
frente al Estado. Por otro lado, se
sostiene que si bien los partidos políticos surgen para hacer procesar sus
demandas sociales, éstos tienen estructuras verticales de relación
líderes-bases, que mediante su Comité Ejecutivo Nacional y su Comisión Política
deciden las medidas a llevar adelante. Las agendas en este caso agrupan
diversas propuestas de la sociedad. Su fin político es llegar al poder para
hacer cumplir su propuesta programática.
La diferenciación nos permite apreciar los límites y
alcances de cada concepto, pero ¿qué pasa cuando un movimiento político llega
al poder? Ese es el caso de Alianza País, frente político ligado al movimiento
de Rafael Correa y al CONAIE. Dicha alianza en un principio se reforzó muy bien
para llegar al gobierno, pese a las tensiones permanentes dentro del frente.
Las banderas que abrazaban eran de reinvindicación del movimiento indígena y el
cambio del modelo neoliberal que los partidos tradicionales defendían (1). En
ese marco llegaron al poder. Estando ya en el gobierno, Rafael Correa en el
2007 da curso a un proceso constituyente donde se redacta una nueva
Constitución en el año 2008. En ella se definía al Estado como Plurinacional e
intercultural, reconociendo reinvindicaciones indígenas que se hicieron
públicas desde el levantamiento de 1990. Ampliando el marco de reconocimiento
cultural. Hasta ahí todo bien con el frente. El problema se acentúa con las acciones
de gobierno posteriores de Rafael Correa, vale decir, con discursos a favor de
la explotación minera, con la descorporativización de la política estatal y con
actitudes contrarias a la movilización social. En ese momento la CONAIE rompe
con el frente y pasa al lado opositor (2).
Si bien el gobierno rompe políticamente con la CONAIE, su
aliado inicial, una gran cantidad de dirigentes y militantes del movimiento
indígena Pachacutik (ligados a la CONAIE) continúan trabajando para el Estado y
para Alianza País. Dividiendo al movimiento, para de esa manera no perder la
cuota étnica en su discurso (Ospina y Lalander: 2012). Asimismo, desde el
Estado, Correa va construyendo nuevas alianzas. Eso lo podemos apreciar en el
discurso y en la relación directa hacia las “bases”. Como nos dice la
asambleísta Soledad Buendía en la entrevista, “cada 15 días Correa tiene
gabinetes itinerantes hacia la sociedad civil, la ciudadanía y gobiernos
autónomos descentralizados”. De esta manera recoge las demandas directamente y
va construyendo una nueva hegemonía política y social. Para dar sustento a su
discurso desde el gobierno ha aplicado políticas públicas gratuitas en
educación y salud, el cual le genera un fuerte respaldo en sectores populares y
medios.
En su relación con la oposición, Alianza País prácticamente
no tiene contrapesos. En la parte política, de 130 miembros en la Asamblea,
este movimiento político tiene 100 asambleístas. Esto nos revela que cualquier
proyecto de ley a favor de lo “público” pues se aprueba sin ningún problema.
Ahí tenemos por ejemplo la controversial “Ley de Comunicaciones”. En la parte
social, podemos apreciar que la oposición se encuentra prácticamente dispersa y
sin respaldo popular. De un lado los grupos políticos en Guayaquil ligados a la derecha que
reinvindican las autonomías no son el contrapeso suficiente para el gobierno.
Del otro lado, el movimiento indígena que hasta el momento es la oposición más
fuerte que tiene Correa, y que abraza el tema de las autonomías. Pero es
complicado pensar en una alianza política entre la derecha política y el
movimiento indígena sobre el tema de las autonomías. El tiempo dirá si puede
surgir una alianza a partir de este punto en común entre estas dos plataformas
políticas.
En lo que respecta a la democracia, Alianza País ha ido
construyendo un discurso en torno a la revolución ciudadana para hacer frente a
los discursos corporativos de su fuerte opositor: el movimiento indígena. Sobre
ese marco, Rafael Correa ha generado la idea de que la ciudadanía se refuerza
participando en “gabinetes itinerantes” con el ejecutivo. Palabras como
“participación” y “poder ciudadano” en la Constitución legitiman las acciones
de gobierno en torno a la democracia directa. Las “autonomías” que defienden y
abrazan el movimiento indígena y grupos de la derecha política en Guayaquil no
forman parte del vocabulario gubernamental por atentar contra la unidad de la
nación. Gran contradicción sobre el lema del gobierno, y contra el otro
componente de la democracia: la representativa. Por otro lado, mediante la “Ley
de Comunicaciones” aprobada hace poco, lo que pone en contradicción el gobierno
es un principio elemental de la democracia como es la libertad de expresión y
de propiedad frente al activismo estatal como instrumento de control y
regulación social y política de la esfera pública. Mejor no seguir con otros
tipos de libertades que hasta el momento no se debaten en la Asamblea como la
unión civil entre las personas del mismo sexo.
Para terminar, si bien Alianza País ha promovido y
fortalecido un discurso y una práctica en torno al
movimiento político desde el
Estado, generando una forma distinta de acercamiento hacia la ciudadanía
organizada e individual, así como políticas de reconocimiento indígena en la Constitución
y políticas públicas gratuitos en educación y salud hacia los sectores antes
desprotegidos como los sectores populares y las clases medias, no deja de ser
criticable la tensión permanente que genera contra las libertades, principio
elemental de la democracia. Sobre eso, a la larga puede desencadenar en una
convulsión social como está sucediendo en Venezuela y Brasil.
Notas:
(1) Entrevista
realizada el 26 de junio del 2013
a la asambleísta Soledad Buendía, militante de Alianza
País.
(2) Ospina
Peralta, Pablo y Lalander, Rickard 2012. “Razones de un distanciamiento
político: el movimiento indígenas ecuatoriano y la revolución ciudadana” en
OSAL (Buenos Aires: CLACSO) Año XIII, N° 32, noviembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario