Pensamiento libre sin ideología es como coito asistido

viernes, 21 de octubre de 2011

Indignados por la crisis - Agustín Haya de la Torre


Decenas de miles de personas marchan por calles y plazas de las principales ciudades del mundo, en protesta por la crisis económica. Este movimiento que empezó en España a mediados de mayo de este año, se ha expandido ante la hondura de la recesión.

Bautizado desde sus orígenes como el movimiento de los indignados, tan singular nombre tiene que ver con la dificultad para encasillar la protesta. No son los “altermundistas”, ideologizados y militantes de los foros antiglobalización, que surgieron impulsados por ecologistas y variados grupos de izquierda desde los noventa. Estos nuevos manifestantes no parecen tener anclajes ideológicos, son la expresión de un estado de ánimo de aquellos golpeados por el Desempleo y los recortes sociales, como consecuencia de una situación que no generaron.

Acostumbrados a los beneficios del estado de bienestar, distantes de los partidos políticos y más lejos aún de los manejos económicos, no entienden cómo la crisis internacional que moviliza dineros por miles de millones para salvar a los bancos quebrados, los maltrate de esa forma.

Estos ciudadanos estuvieron relativamente pasivos mientras las recetas del neoliberalismo a ultranza desregulaban las economías y anunciaban una bonanza sin límite. Creyeron que todo iba bien hasta que la burbuja estalló el 2008. Salen a las calles años después de que el proceso se iniciara, pues confiaron como muchos que la situación mejoraría, gracias a la poderosa intervención pública para evitar el naufragio.

En Europa las cosas han ido de mal en peor y las medidas de austeridad se dirigen, cada vez más, contra el estado de bienestar. Esto es lo que el ciudadano de a pie no entiende. Si desde los años ochenta el discurso de Margaret Thatcher y Ronald Reagan alentaron el tsunami neoliberal, narrando que el mercado resolvía todo, no les es fácil comprender de pronto que ha pasado.

Los economistas más lúcidos dijeron siempre que el capitalismo es cíclico y muchos de los más rigurosos, sin llegar a las conclusiones de Carlos Marx, como Joseph Schumpeter o los postkeynesianos, señalaban la inevitabilidad de los ciclos con picos y depresiones, para entenderlo. Schumpeter postula que el capitalismo se autodestruye por los mismos mecanismos que le permiten generar riqueza. Llegado al punto crítico, se reinventa con nuevas tecnologías que traen cambios profundos.

En estas semanas los indignados han llegado a Wall Street y han vuelto a copar la emblemática Plaza del Sol en Madrid. La crisis se trae abajo gobiernos de cualquier signo y pone contra la pared a los responsables de los bancos centrales y las políticas económicas. Si algo está quedando claro es la necesidad de aplicar políticas de regulación seria y racional y promover impuestos que hagan que los ricos paguen más y que los dineros públicos salidos de sus bolsillos, no sirvan sólo para salvar a banqueros codiciosos.

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