La denuncia del lunes 10 contra la ministra Aída García Naranjo en Peru 21 revelando un escandaloso robo en las bien conocidas mafias del vaso de leche
–las cuales, dicho sea de paso, siempre han sido defendidas por Mocha, la
alcaldesa Lady Vaga, y sus amigotas caviares– es el punto máximo de una serie
de complicaciones que se iniciaron con un mal reflejo político luego de la
muerte de niños en Cajamarca hace dos semanas. Considerando que la denuncia
fiscal es del 2004, y que los hechos son de principios de los 90´s, queda claro
que en verdad hay algo más que “malas intenciones políticas” como ha dicho en
su defensa la ministra.
En rápida respuesta, La República ha colocado en su defensa una cronología del juicio donde se deja entredicho que la ministra ha sido declarada inocente –mejor
dicho, sin responsabilidad administrativa directa– pero jueces malignos de
ultratumba han querido reabrir el proceso. Lo más interesante, sin embargo, es
constatar que la ministra ha pedido la prescripción del proceso; ¿No se supone
que esos mecanismos legales eran recursos de los corruptos? ¿Culpa del “viejo
Estado”? ¿La culpa del APRA?
Pero nada mejor que las declaraciones del congresista oficialista Freddy Otárola argumentando que “no habría democracia si es que primero no escuchamos al
imputado”. ¿Perdón? ¿Qué cosa? ¿Y cuándo su partido ha escuchado el descargo de
alguien? De
la misma manera, la ministra está siendo citada a las audiencias en el poder
judicial pero no asiste, de manera similar al ex presidente Alan García.
¿Tendremos el titular correspondiente en los diarios oficialistas denunciando
que Mocha “no da la cara” y “no se pone a derecho”?
Parece que estamos siendo testigos de una verdadera “Gran
Transformación”, pero de estándares morales.
La estadía de Mocha García Naranjo como ministra nos habla
de muchas cosas en nuestra fauna política. Nos habla a gritos del rol de los
medios en decidir qué es noticia; nos recuerda lo diferente que es ser acusador
y ser acusado; nos mantiene al tanto de lo importante que es tener un jefe de logística del PRONAA luego de que expulsaran al anterior por vendettas políticas;
nos devuelve a la memoria que a pesar de lo que dicen algunos oenegeros, sí hay mucha gente en el Perú
profundo que se alimenta gracias a nuestros impuestos. Con este último escándalo,
también se revela una vez más que el vaso de leche que fundó Barrantes es ahora
una mafia organizada donde muchos dirigentes políticos de medio pelo, tanto
rojos como rosaditos, hacen su faenón de cada día como rutina.
Como siempre, la pelota está en la cancha de Humala.
Después de todo, eran ellos los que pedían mensualmente renuncia al cargo de
todos los ministros del gobierno pasado ¿o ya no recuerdan? Ojalá que con esto
recuperen, si alguna vez la tuvieron, la sensatez.
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