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lunes, 10 de diciembre de 2012

La Haya y la soberanía. Escribe Agustín Haya de la Torre

 La apertura de la fase oral del diferendo marítimo entre Perú y Chile ante la Corte Internacional de La Haya debe cerrar finalmente la delimitación de las fronteras del Perú. La novedad en este caso es que ambos países han decidido someterse al dictamen del tribunal internacional, nacido como la primera institución jurídica de alcance supra nacional al fundarse la Organización de las Naciones Unidas.

La ONU puso fin al orden mundial basado en el principio de la soberanía absoluta, vigente desde la Paz de Westfalia de 1648. Ese criterio daba sustento a los Estados nación que aparecían con la modernidad, a partir del cual no reconocían ninguna autoridad por encima de la propia. Esta summa potestas fue la argamasa del derecho de gentes, del nuevo orden que predominó durante tres siglos y trajo como consecuencia que si las diferencias entre los Estados soberanos no se resolvían por acuerdo mutuo, la única salida posible era la guerra.

Las fronteras tras la independencia no fueron fáciles de fijar. No solo por razones políticas y dificultades geográficas sino por el insuficiente desarrollo del derecho internacional. Uno de los aspectos más complicados resultó el de la delimitación marítima. Los postulados del mare liberum de Hugo Grocio, La Libertad de los mares a tono con la expansión de las potencias europeas por el planeta, hasta las obsolescentes tres millas del tiro de cañón, que los Estados ribereños usaban para reclamar soberanía, hacían notorios los vacíos.




La declaración de Harry Truman que amplió el dominio marítimo de los Estados Unidos en 1945, es seguida por los presidentes González Videla y Bustamante y Rivero, cuando dos años después anuncian la soberanía de sus países sobre las 200 millas de mar adyacente. El Perú siempre sostuvo el criterio del dominio marítimo y la denominación de mar adyacente. Esos conceptos constan en las constituciones de 1979 y de 1993. Gracias a la presencia de notables diplomáticos peruanos, esa misma doctrina la asume la Convención del Mar de 1982. El Perú nunca sostuvo la vieja idea medieval del “mar territorial”, como si lo hicieron Brasil, Ecuador y Panamá.
La firma de los convenios pesqueros durante la dictadura de Manuel Odría para defenderse de las flotas balleneras, incluyó una referencia al paralelo. Chile la interpreta como el punto clave para transformar un acuerdo comercial en un inexistente tratado de delimitación marítima. En 1986, durante el primer gobierno de Alan García, el Perú le plantea el tema formalmente a Chile y el segundo gobierno aprista, ante la negativa sureña de negociar bilateralmente, decide recurrir a la jurisdicción internacional.

La claridad y contundencia de la postura peruana que sustenta una línea equidistante para resolver el problema, es evidente. La Corte dictaminará a mediados del 2013, culminando entonces el último capítulo de nuestra historia de límites. Quedarán abiertas, sin traba alguna, las políticas que fortalezcan la integración regional.


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