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viernes, 20 de septiembre de 2013

Matrimonio Igualitario. Por Agustín Haya de la Torre

Nuevamente el Congreso de la República debate un proyecto de ley para extender el matrimonio civil a personas del mismo género. Ya unos quince países de América y Europa lo aprueban, además de casi un tercio de los Estados Unidos y dos circunscripciones mexicanas, una de ellas el Distrito Federal.

La aspiración de homosexuales y lesbianas a gozar de los mismos derechos que las parejas heterosexuales, les va a permitir vivir con tranquilidad y plenitud, gozando de todos los derechos legales de quienes deciden formar un hogar. Desde que en Holanda se legalizara el matrimonio igualitario el 2001, entonces una novedad, los extremistas lo denigraban como una peligrosa amenaza social. Más bien sirvió para fortalecer la cohesión social.

En sociedades donde las tendencias autoritarias y conservadoras son más acentuadas, el debate alcanza sorprendentes niveles de primitivismo e intolerancia. Los primeros en salir a la palestra son los sexólogos con sotana, al parecer grandes expertos en el tema, que sienten la obligación de imponerles a los demás, desde su no siempre reprimido celibato, su extraña moral de las relaciones sexuales.

Luego escuchamos las patéticas proclamas del machismo cuartelero, dispuesto a combatir frontalmente (¿?) la homosexualidad. Hasta se ufanan de evitar la aprobación de normas contra la violencia sexual.

Como la ignorancia es atrevida, desconocen que el sexo entre personas del mismo género es parte de la historia de las civilizaciones. A lo largo del tiempo por ejemplo, en la cultura greco latina forma parte de la vida cotidiana, florece en las civilizaciones orientales y en las americanas prehispánicas sorprende a los cronistas. Incluso en la muy cristiana Europa medieval existen matrimonios religiosos entre hombres, cuyas huellas suelen registrarse hasta el siglo XX.

La asociación de psiquiatras norteamericanos y su homóloga de psicólogos, presentaron un amicus curiae ante la Corte Suprema, señalando que la homosexualidad no es ninguna enfermedad sino una expresión normal de la orientación sexual.
No existen pues argumentos razonables para oponerse a una propuesta tan sensata como la presentada por el congresista Carlos Bruce, que retoma una iniciativa aprista. Sus opositores proclaman dogmas religiosos que no vienen al caso, pues nadie pide que alguna religión incluya en sus ritos el matrimonio gay ni tampoco obliga a sus fieles a casarse con alguien de su mismo género. La propuesta se refiere al matrimonio civil, una institución constitucional, legal, propia del Estado laico, republicano y democrático. No tiene nada que ver con las creencias sobrenaturales y sus ritos.

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