Pensamiento libre sin ideología es como coito asistido

jueves, 31 de octubre de 2013

¿Cuándo crecimos más? Por Agustín Haya

Es frecuente leer o escuchar el discurso de los neoliberales criollos insistiendo en que aún no alcanzamos el alto nivel de crecimiento de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Insisten en ello para remachar que el declive histórico lo causó la política estatista del velasquismo, culpable medio siglo después de todos los males de la economía peruana.

Los ideólogos del conservadurismo económico suelen olvidar la historia. Aíslan datos que luego lanzan con entusiasmo para inventar una realidad inexistente. La década de los cincuenta formó parte de un ciclo expansivo del capitalismo internacional, resultado del fin de la II Guerra Mundial y la reconstrucción de Europa. Buena parte del impulso en los países exportadores de materias primas devino del alza de los minerales a raíz de la guerra de Corea,

Ello permitió que desde la dictadura de Manuel Odría el Perú creciera a niveles significativos. El militar tarmeño en medio de su política de mano dura, pudo invertir en escuelas y en hospitales. Durante los períodos constitucionales de Manuel Prado y Fernando Belaunde Terry el producto bruto interno alcanzó picos de ocho y nueve por ciento, en por lo menos tres años de cada gobierno.

Juan Velasco Alvarado alcanzó la última fase del ciclo expansivo, que terminó a mediados de los años setenta con la crisis del petróleo. Aunque la producción se redujo no llegó a los niveles dramáticos de su sucesor Francisco Morales Bermúdez, cuyas políticas de ajuste agudizaron la crisis y devolvieron a los militares a sus cuarteles.

Lo que no entra en la narración neoliberal es la explicación de por qué, pese a los altos niveles de crecimiento, existía un fuerte descontento social que se manifestaba en huelgas urbanas, tomas de tierras y guerrillas. La razón la confirmó una investigación pionera de Richard Webb y Adolfo Figueroa, que comprobaron que el decil más alto concentraba la gran mayoría de la riqueza. Los estudiosos sacaron a luz el grave problema de la distribución del ingreso.



El sistema oligárquico podía crecer pero no distribuir. Las políticas públicas eran no solo débiles sino que recién después de Odría la agenda política contempló temas como la recaudación de impuestos a cargo del Estado y la construcción de infraestructuras para comunicar a un país divorciado de su interior, con un mercado limitado a la economía de enclave y del latifundio semifeudal.

La sociedad peruana estaba fuertemente estratificada, con unas clases dominantes obsoletas, atadas a modos de vida y pensamiento propios del feudalismo colonial. La reforma agraria de Velasco y su comunidad industrial abrieron un camino de desarrollo capitalista que intentó incorporar al mercado a las masas feudalizadas y promover empresarios canjeando los bonos de la deuda agraria.

La crisis del petróleo y de la deuda externa acabaron por convertir a los años ochenta en una década pérdida. El duro efecto de los ajustes neoliberales y el saqueo, demoraron el crecimiento hasta el nuevo siglo.


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