¿Burbuja o movimiento?
Alan Salinas
Ramirez
Los
movilizaciones sociales del 22 y del 27 de julio por parte de los jóvenes
organizados y no organizados, así como de las diversas organizaciones del país
(partidos políticos, sindicatos, sociedad civil y la barra de la U) trajo
consigo dos recientes análisis de Carlos Melendez[1]
y Nelson Manrique[2] sobre la
naturaleza de este malestar social llamado por el primero “burbuja de amor”, y
por el segundo “las redes de la indignación”.
Meléndez
sostiene que, a diferencia de otras movilizaciones sociales como en Chile y
Brasil donde existe una fuerte clase media que puso en jaque al gobierno, el
impacto que generó no se debe a las demandas mesocráticas de un movimiento
social que se está gestando, sino a la debilidad del gobierno, por no contar
con un partido, con aliados y con organización para enfrentar ello. Asimismo,
sostiene que si bien las tecnologías facilitan la comunicación de las
movilizaciones, “no resuelven problemas
de acción colectiva propias de una sociedad fragmentada como la peruana”.
Por
otro lado, Nelson Manrique (siguiendo el análisis del sociólogo español Manuel
Castells) precisa que se está gestando un movimiento social en el país, que
tiene como herramienta principal de cohesión las redes sociales vinculadas al
internet, y que tiene como demandas la calidad del sistema democrático. La
acción política principal que uno puede ubicar en este movimiento, sostiene
Manrique, es buscar “cambios en las
mentes de las personas y en las formas de pensar. Su éxito puede medirse
observando las agendas impuestas en Europa y en gran parte del mundo por los
movimientos sociales de los 60: ecologismo, derechos de la mujer, ideas
modernas de autogestión, independencia de los partidos políticos”.
Como
se puede apreciar, ambos analistas manifiestan tanto las debilidades como las
potencialidades de lo trajo consigo las movilizaciones ocurridas el mes pasado.
Que si bien no se contraponen en algunos puntos, no hay que señalar que en el
Perú se está gestando un movimiento social, como señala Nelson Manrique. No
confundamos movimiento con protesta. Todavía seguimos en la lógica
corporativistas de grupos de interés presentes en nuestra sociedad, que se
presentan bajo la lógica de malestar social o “indignación” y que no tiene
correlato en una plataforma política.
Frente
a ello, la cuestión es cómo unificar criterios de intermediación política para
poder ensanchar o fortalecer el sistema de partidos en el país. Por el momento
tenemos una lógica de “confrontación” esporádica con el sistema político.
Ejemplo de ello son el proceso de revocatoria de a comienzos de año y la
movilización social del mes pasado.
Los
partidos políticos tienen como desafío: socializar con los nuevos códigos
culturales y sociales de esta nueva generación que no busca militancia, sino
conciencia política sobre la calidad del sistema político y de los servicios
públicos en salud y educación. Por otro lado, el desafío que tienen es cómo
representar a la nueva clase media que creció al margen del Estado, dentro de
la informalidad. Cómo intermediar y consolidar las propuestas de estos grupos
de interés, vinculados a esta nueva clase media, es la consigna a tomar en
cuenta.
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