Cuando se es víctima de la demagogia, a propósito del gas a 12 soles, la conducción de la seguridad ciudadana y otras promesas electorales. Por Ronzo Ramos Pizá
En la campaña electoral del 2011 el entonces candidato Ollanta Humala nunca imaginó ser víctima de sus propias prédicas, cuando con una ola de promesas demagógicas jugó con las expectativas de los electores ganándose así un espacio en la contienda presidencial, el gas a 12 soles, la conducción de la seguridad ciudadana, construir un hospital en cada provincia, entre otras promesas electorales, solían escucharse con mucha seguridad en plazas y calles del país.
La demagogia es el abuso de la democracia para obtener la aprobación en forma fácil de la ciudadanía y que se traduce en propuestas que carecen de sustento técnico, siendo inviables, costosas y peligrosas para la gestión pública.
Dos años después de iniciado el gobierno somos testigos de cómo esa torre de promesas sin cimientos se va desmoronando poco a poco, trayendo graves consecuencias en la ejecución de obras y en la continuidad del crecimiento económico que alguna vez fue llamado el milagro peruano, más aún dicha demagogia no se queda en una simple campaña electoral, sino que por el contrario el presidente lo ha convertido en una práctica cotidiana para apaciguar las demandas sociales insatisfechas.
Las promesas más usadas y sus resultados Entre las principales promesas el gas a 12 soles fue quizá la más usada por el entonces candidato, que bajo el lema “Gas barato para todos’’ criticaba al entonces gobierno aprista aduciendo que el Gas de Camisea no debía exportarse, sino más bien quedarse en tierras peruanas para su uso en el mercado interno, en ese entonces Humala ponía de ejemplo a países como Bolivia, Ecuador y Venezuela argumentado que en esos lugares el gas costaba menos de la mitad que en el Perú, y no mencionaba que sólo en Bolivia, el subsidio a los combustibles generaba un altísimo costo anual de 660 millones de dólares y siendo una medida populista y sin control, el contrabando en sus fronteras no permitía gozar a los propios bolivianos de su gas, tampoco mencionó que el GLP que es el consumimos en nuestros hogares es diferente al GN que proviene del Gas Camisea y que para ambos en el contexto legal su precio lo determina la ley oferta y la demanda, era de suponer que la reducción del precio vendría a través de un subsidio que como hemos visto es inviable.
Otra promesa que esgrimió el candidato Humala, fue la de construir un hospital en cada provincia, claro está sin percatarse de que en la actualidad el Perú no cuenta con la cantidad de médicos y capital humano suficientes para aterrizar tan especulada idea, sin mencionar que el moderno Hospital del Niño construido y con el equipo adquirido de última generación por el gobierno aprista se encuentra amontonado en cajas, no pudiendo iniciar sus operaciones a pesar de la burda reinauguración con fotos y firmas de autógrafos que se dio hace una semana por parte de la pareja presidencial.
Finalmente la promesa que más indigna a los peruanos por su incumplimiento, fue cuando el presidente cual salvador se puso al frente del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y luego se desentendió del mismo. Según estadísticas del INEI se observa que en los últimos dos años los índices de ciudadanos víctimas de algún hecho delictivo llegan al alarmante numero de 40,1% de los cuales sólo el 12,2% han denunciado el hecho, del mismo modo el delito más común que se observa son robo o intento de robo, igualmente la precepción de inseguridad en la población creció el último semestre a 90,8% en la población de 30 a 44 años y 90,7% para la población de 15 a 29 años. A esto se puede añadir que la compra de patrulleros inteligentes y el aumento de policías en las calles no han tenido el efecto esperado, ya que la estrategia no está orientada a medidas preventivas y en un modelo de gestión eficiente, haciendo a la población presa fácil de la delincuencia y el crimen organizado.
En conclusión el uso irresponsable de la retórica y eufemismos pasan hoy día la factura al presidente Humala, a dos años de haber iniciado su gobierno los conflictos sociales y demandas de la ciudadanía son cosa de todos los días, convirtiéndolo no sólo en víctima de sus palabras sino de la demagogia que tanto le sirvió en un principio.
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