El libro de Nelson Manrique ¡Usted fue aprista! intenta ser una historia
crítica del APRA y acaba siendo una extensa narración sobre la derrota
histórica de la extrema izquierda. El autor toma el limitado esquema de
análisis de los izquierdistas de los años 50 y 60 del siglo pasado, que
identificaron insurrección con izquierda y democracia con derecha, de
tal forma que no consigue nunca discernir la legítima insurgencia
contra las dictaduras de los intentos subversivos contra la democracia
recuperada.
Para evaluar el pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre usa la
escolástica del creyente en la revolución violenta, sin entender el
decantamiento democrático de su doctrina ni las realidades políticas
nacionales e internacionales que explican su evolución. Soslaya la
decisiva influencia en su formación ideológica de la vivencia europea y
de su viaje a la naciente Rusia bolchevique. Su estadía inglesa le
permitió comparar realidades y vincularse con la intelectualidad más
renombrada del pensamiento socialista, que había descubierto que
socialismo y democracia podían ser compatibles con las instituciones
liberales; propuesta que llega al poder con el Partido Laborista.
Tampoco reconoce el significado de Franklin Roosevelt y las fuerzas
progresistas en la democracia norteamericana. No le haría mal leer a
Eric Hobsbawn para saber qué etapa abarca el fenómeno del imperialismo.
Por ignorar aspectos sustantivos no entiende como el Apra se convierte a
lo largo del siglo XX en la fuerza democratizadora más importante de la
sociedad peruana. La contradicción que atraviesa la república entre
dictadura y democracia es el objetivo a resolver. La centralidad del
sufragio universal, la institucionalización del Parlamento como
asamblea soberana del pueblo y la descentralización del poder, son
cruciales en el proyecto aprista.
La visión mecanicista que divorció siempre bienestar y libertad, le
impiden comprender que en el pensamiento de Haya de la Torre democracia y
justicia social, no son antagónicas sino las dos caras de la misma
moneda.
¿Consecuentes? |
Como no comprende que la democracia es la forma de gobierno que por
excelencia pacífica a la sociedad, la convivencia política se convierte
en objeto de rechazo. Nostálgico, cree que la “revolución militar”
cumplió el programa aprista. No sabe cómo funcionan los partidos
modernos y se entretiene durante páginas enteras con los avatares de
minorías disidentes, quejosas porque sólo llegaban a ser “cuatro
delegados en un congreso de 500”. El caso más interesante fue el Apra
Rebelde que devino en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. En un
inicio reivindicaba “El Antimperislidmo y el Apra”, pero luego abjura de
la doctrina para suscribir la versión castrista del marxismo
soviético. Su melancolía violentista le impide ver que el MIR, no quiere
ser “consecuente” con el aprismo de los años veinte si no que acaba por
sumarse a la misma postura dictatorial de la III Internacional que
Víctor Raúl rechazó desde el Congreso Antiimperialista de Bruselas en
1927. Deslinde que la historia consagra con la desaparición de la Unión
Soviética.
Sus carencias conceptuales no le permiten darse cuenta de por qué un
movimiento al que acusa de abandono permanente de sus posiciones desde
que nació, pueda sumar millones de votos, centenares de miles de
cuadros, cientos de autoridades electas y tras vencer los vetos del
militarismo y la oligarquía, ser gobierno dos veces y estar vigente
ochenta años. En cambio a sus admiradas y a veces violentas minorías,
se las llevó implacable, el viento del fracaso.
Quienes “consecuentes” según el narrador se alzaron en armas contra la
democracia y repudiaron las elecciones, desaparecieron en la más
absoluta orfandad popular. Víctor Raúl culminó su vida elegido por el
pueblo, firmando la refundación constitucional de la democracia peruana
sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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