El Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista,
informa que las decisiones para la reactivación no contemplan políticas de
estímulo sino reajustes fiscales e institucionales. Como buenos neoliberales
son reacios a los incentivos y pretenden centrarse en reajustar los impuestos a
las pequeñas y medianas empresas y auditar la deuda pública.
El mismo diario informa del proceso a Bo Xilai, defenestrado
el 2012 cuando pretendía la secretaría general del partido. El exalcalde de
Chonquing, que difundía entre sus ciudadanos citas de Mao Tse-tung, fue acusado
de acumular una fortuna. Su esposa acabó condenada por el asesinato de un
ciudadano inglés, especializado en transferir ilegalmente fondos mal habidos a
paraísos fiscales.
La expulsión de Bo permitió el ascenso de Xi Jinping,
convertido ahora en el jerarca más poderoso de la segunda economía del planeta.
Perteneciente a una nueva generación de tecnócratas pragmáticos, maneja sin
dudas el modelo de capitalismo autoritario que se abre paso desde Deng
Xiaoping.
Las grandes transnacionales chinas invaden todo. Ya no
existe rincón sobre la tierra que no hayan pisado. Su estilo combina la vieja
explotación imperialista sin límites sociales ni medioambientales, con el
fortalecimiento de su papel de taller del mundo. Alojan a todas las grandes
firmas occidentales y japonesas, encantadas con los salarios de sobrevivencia
de los trabajadores y la ausencia de sindicatos independientes.
El Banco Mundial pronostica que en el mediano plazo la caída
llegará al 5% de crecimiento anual. La reducción nos golpeará, al punto que
analistas como Andrés Oppenheimer hablan del fin de la “chino dependencia” de
América Latina, región que soporta el empuje de las empresas orientales,
públicas y privadas.
Los problemas del antiguo gran imperio no son solo
económicos. La consecuencia más agobiante deviene en la gigantesca corrupción
que involucra a la cúpula del poder. Los escándalos del multimillonario
enriquecimiento de los jerarcas comunistas y sus familias, salen a luz pese a
la censura. El reciente accidente del joven Ling Gu, hijo de un alto dirigente,
en su costoso Ferrari acompañado de dos damas desnudas, lo comenta todo el país
pese al control de los medios.
El problema político de la revolución tecnológica cuyos
materiales fabrican y usan, les crea un callejón sin
salida. La situación es
tan absurda que la policía informática tiene identificados más de cuatro mil
términos que no pueden ser utilizados por los cibernautas, so riesgo de
seguimiento y prisión.
Las grandes contradicciones que enfrentan resultan muy
parecidas a la acumulación del siglo XIX en Occidente: ausencia de libertad y
de justicia social.
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