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jueves, 23 de enero de 2014

Banderas indoamericanas. Por Agustín Haya de la Torre

El fallo del próximo 27 de enero, cuando el juez de La Haya lea la sentencia que resuelva el diferendo marítimo entre Perú y Chile, significará para el país, 193 años después, el último trazo en la formación de sus fronteras.

Cuando nació la República, los límites provinieron de la herencia colonial y en nuestro caso, el asunto acabó en dificultades. El enorme espacio virreinal creado en 1542 por Carlos I, abarcaba desde Panamá hasta la Tierra del Fuego, e incluía prácticamente toda la América del Sur; salvo el Brasil portugués y Venezuela, perteneciente al Virreinato de Nueva España a través de la Audiencia de Santo Domingo. Dividido por los Borbones en el siglo XVIII, aparecieron entonces los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata. Luego, por disposición de Carlos III, otra reorganización interna formó las intendencias.

Sobre sus confines nació la patria independiente, no sin problemas porque la geografía, todavía inmensa, contaba con una población que no llegaba al millón y medio de habitantes. Cuando capituló la Corona tras la batalla de Ayacucho y los realistas abandonaron en 1824 Cusco, su última capital, ya nuevos países acompañaban al Perú.

En toda la región la definición de los hitos arrastró a conflictos y guerras fratricidas que nos alejaban del sueño bolivariano. Los nacionalismos echaron más leña al fuego y llegaron a mezclar reivindicaciones étnicas en la administración política.


El siglo pasado vio guerras de conquista que al igual que las del XIX, enfrentaron a hermanos contra hermanos. La singularidad indo o latino americana, soñada por Simón Bolívar, José Martí, Rubén Darío y Haya de la Torre, nunca dejó de latir. La corriente integracionista confrontó siempre a los pequeños nacionalismos de cualquier tipo. Desde la segunda mitad del siglo XX, no sin complicaciones, la idea de la unidad continental empezó a forjarse.

Los conflictos fronterizos generaban trabas aunque la exploración de nuevos caminos integradores dio frutos. Por momentos si los esfuerzos parecen dispersarse, los avances son más importantes. Los países que superan sus diferencias limítrofes, dan pasos más seguros y ayudan a los demás.

La paradoja histórica enseña que en el imperio colonial, pese a las grandes distancias, predominó una visión universalista, que llevó a gobernar vastos territorios, mucho mayores que las posteriores repúblicas.
El término de la disputa marítima con nuestro vecino del sur debe convertirse en un paso decisivo hacia la integración. Desde Unasur a la Alianza del Pacífico, fortalecer la relación con Chile forma parte del futuro de prosperidad democrática al que debemos aspirar. Así como enterramos el pasado beligerante con Ecuador y convertimos la frontera en un dinámico espacio regional, lo mismo debe suceder en el sur.


Que las banderas que levantemos, cualquiera sea el fallo, sean las de la unidad y la integración de nuestros pueblos.

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