Hace dos
semanas el ex ministro de economía Luis Carranza escribió una certera columna donde presagiaba que el desorden y la indecisión del gobierno de Ollanta Humala está llevando al país a los límites de una caída libre, enfatizando principalmente la falta de dirección en temas económicos y el vergonzoso aumento de sueldos a operadores del gobierno en momentos en que todos los funcionarios del Estado vienen reclamando reconocimiento a sus labores[1].
Con la última encuesta de DATUM, en donde la popularidad presidencial cae estrepitosamente[2]
sin ningún factor externo al gobierno que esté realmente presionando para que
la pareja presidencial fracase, se vuelve más que necesario un golpe de timón
para llegar al final del gobierno con algún optimismo para el futuro.
El primer
paso que deberían tomar Nadine y Ollanta es elevar el debate político del país
y hacer propuestas concretas pero audaces en uno o dos temas en los que ellos
tengan los funcionarios capacitados para dirigirlos. Esto no significa, de
ninguna manera, caer en la demagogia de empezar a ofrecer grandes reformas
faltando dos años para acabar el gobierno, pero sí significa presentar metas en
las cuales puedan involucrar a los mejores técnicos a su disposición o
inclusive a la oposición. Por ejemplo, pudiesen presentar un programa de
capacitación masiva a profesores, retomar los colegios emblemáticos (si quieren
les cambian de nombre), o iniciar programas de atracción a la inversión en
nichos estratégicos. Lo cierto es que con programas enfocados a un sector muy
pequeño de la población –como Qali Warma- no se hará ninguna diferencia en el
desarrollo del país, y eso lo siente la gente.
Otra
importante iniciativa sería la de consolidar el liderazgo de los ministros en
las calles, insistiendo en que tengan más presencia de fiscalización directa de
los programas a cargo de sus ministerios. Es muy común en la gestión pública
que un funcionario crea que tiene que reiniciar procesos, despedir gente y
empezar algo con un nombre propio, pero la experiencia ha demostrado largamente
que importa mucho más que el funcionario conozca los procesos y vaya
directamente a solucionar los problemas donde ocurran. Este cambio de actitud
no sólo mejoraría la eficiencia de los proyectos, sino que también le harían
sentir a la población que se están haciendo cosas concretas a su favor. El
status quo actual, en el cual los ministros son perfectos desconocidos para los
ciudadanos, es muy perjudicial para el país.
Por último,
me permito discrepar con quienes afirmen que Nadine Heredia no tiene derecho a
opinar, todo lo contrario, ella como fundadora de su partido y líder
indiscutible es la más apropiada para opinar sobre todos los temas de la política
nacional. Sin embargo, la presidenta-candidata no puede hacer uso de recursos públicos,
como utilizar una portátil de ministerios para hacer mítines televisados por el
canal del Estado (que ocurrió la semana pasada) y no puede pretender que sólo
se le pregunte por las cosas que ella quiere. A juzgar por las últimas
declaraciones que ha hecho, Nadine no es mucho mejor hablando que su esposo, así
sus rivales políticos tienen poco que temer dado que ella parece ser nada más que
una bonita sonrisa con muchas ganas de figurar, y esta vez no tendrán el financiamiento venezolano o brasileño para lograr la reelección conyugal.
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