El socialismo autoritario está de retroceso en el mundo. Tanto en su influencia desde la sociedad civil, la academia y en los pocos gobiernos que regenta desde los cánones que su modelo medieval plantea. Y digo medieval porque la experiencia demuestra que cuando gobiernan van suplantando las libertades obtenidas por el republicanismo e instalan una reedición descontextualizada de absolutismo propio del Medioevo; en Cuba gobierna el hermano de Fidel Castro, perpetrando más de 50 años de dictadura y de condena al pueblo cubano. En Venezuela gobierna Maduro en buena parte por ser el receptor de un amague de entrega de la “espada de Bolívar” poco antes de morir por parte de Hugo Chávez Frías; una suerte de opereta tétrica que podría tener su escenario en un feudo de la Edad Media.
En Perú, algunos representantes de la academia están atravesando un proceso de tránsito desde las orillas de la izquierda socialista con devaneos autoritarios a posiciones más “socialdemócratas”. Un caso reciente es el de Gonzalo Portocarrero, quién en un reciente artículo en “El Comercio” argumentó que “el socialismo ha fracasado”, refiriéndose a lo que nosotros llamamos el socialismo autoritario. Desde la posición de la Democracia Social celebramos que la verdad histórica vaya abriéndose paso, a pesar del histórico escepticismo de muchos y los gritos e insultos de otros. Finalmente el curso de la historia demuestra que las dictaduras sólo traen atraso económico, destrucción de las instituciones e ignominia. El mundo es consciente de ello y el continente parece empezar a despertar a esa verdad. Lamentablemente aún quedan fundamentalistas.
EL pueblo Venezolano atraviesa una dura prueba que le impone la historia, una lucha que dada las circunstancias puede ser larga y muy dolorosa. El movimiento estudiantil se ha puesto de pie y ha asumido el combate contra la brutal autocracia del heredero de Chávez. El régimen está llevando a la ruina al país, hay desabastecimiento, inflación, crimen organizado, grupos paramilitares armados por el régimen, etc. Empieza a popularizarse un sentido común referido a que el final del Gobierno de Maduro se acerca. Éste sin embargo resiste, se aferra, reprime, asesina y miente a la comunidad internacional; engaños que no prosperan por la velocidad de la información que se trasmite por redes sociales, velocidad que no deja chance al gobierno para censurar ni manipular.
En medio de la lucha dos personalidades de formas distintas lideran a la resistencia. De un lado Leopoldo López, en la clandestinidad aboga por llamar al pueblo a las calles y derrocar al tirano de una vez y sin dilaciones. Desde su delicada posición ha convocado a una movilización para el martes, en donde anuncia que el mismo estará presente. Sin duda su valentía y arrojo es destacable, habrá que evaluar si el camino de la salida inmediata de Maduro es transitable o sólo desangrará más al país.
En la misma orilla de lucha, pero con otro estilo Henrique Capriles, el candidato de la oposición unida en el último proceso electoral, en alguna dimensión con mayor fe en la salida institucional, lo que no es seguro es si en la Venezuela de Maduro aún ha quedado en pie alguna institución o si 15 años de Chavismo lo ha devastado todo. Capriles ha salido a pedir un alto a la violencia y una estrategia más realista de lucha con el chavismo encarnado ahora en Nicolás Maduro, Capriles anuncia también una marcha convocada por el en contra de la violencia y por la solución de los problemas del país. Lo queda claro es que la unidad es la única real salida para enfrentar a la represión del régimen; cuya caída está próxima a juzgar por la violencia empleada; cuando una dictadura emplea más la fuerza es cuando menos segura se siente de contar con respaldo popular.
Todo lo hecho y dicho por el gobierno de Maduro califica para expresar el más profundo rechazo y sumarse a la causa de libertad del Pueblo venezolano en todos los rincones del orbe. Lo curioso y al mismo tiempo indignante es observar en Perú el silencio cómplice de algunos políticos, referentes de la academia, activistas de Derechos Humanos, etc. herederos de esa vieja izquierda que va de retirada, abatida por la modernidad y la indiferencia electoral del pueblo. Ni un pronunciamiento, ni un volante, ni una declaración de condena. Los fundamentalistas se niegan a ver la realidad.
De tratarse de un dictador de derecha ya los tuviéramos organizando vigilias, debates y haciendo firmar manifiestos; ahora en cambio por tratarse de un aliado ideológico guardan silencio y justifican su apatía con argumentos febriles. Esta es sin duda una actitud que puede definirse como “hemiplejia moral”; sólo les funciona un hemisferio de su ética, el que condena a los que no piensan como ellos. Para los suyos todo vale en nombre de un manual importado que ha mostrado fracasar allí donde se ha aplicado.
Esto configura sin duda una señal ineludible de la crisis terminal del izquierdismo de corte autoritario, ya no les queda ni la razón histórica, ni los planteamientos de futuro, ni las ciencias sociales y ahora tampoco esa falsa moralina que trataban de esgrimir como principal argumento. Aquellos que no deslindan de un sátrapa que condena a su pueblo o a un pueblo hermano al hambre y al drama de la sangre no tienen ninguna autoridad moral. Deben sin duda revisar su escala de valores y la construcción de sus conceptos. Deben abandonar el fundamentalismo ideológico y el enamoramiento de las ideas que los empuja a no mirar con detenimiento la realidad.
Rómulo Betancourt estuvo en sus años mozos en Perú realizando labores de propaganda junto a la juventud del APRA, Bolívar, valiente venezolano fue libertador de nuestra tierra; nuestros lazos con el pueblo de Venezuela son fraternos, sinceros e intensos, es por ello que desde la Democracia Social, les expresamos nuestra solidaridad en este momento de lucha, nuestra fe en que pronto caerá el tirano y podrán redefinir sus destinos hacia la libertad y el progreso.
Viva Indoamérica libre!
Enrique Valderrama
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