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martes, 25 de febrero de 2014

Triángulo para O’higgins. Por Agustín Haya de la Torre

Los gobiernos de Perú y Chile cumplen su compromiso de respetar el fallo de la Corte Internacional de Justicia y organizan la fijación de las coordenadas precisas del nuevo límite marítimo.

Surge un debate peculiar cuando Santiago reclama el triángulo terrestre formado al tomar como referente para medir la frontera marítima el Hito 1 y no el punto Concordia. Dicho extremo del fallo crea un triángulo de unas tres hectáreas y media que de pronto empiezan a revindicar.

La postura carece de fundamento, pues la frontera terrestre quedó claramente establecida en el Tratado de 1929. Al parecer sirve de desfogue para el “lamento profundo” que les produjo a las autoridades chilenas perder 50 mil km2 de mar.

El tema debe tratarse con firmeza para impedir que devenga en un nuevo e innecesario conflicto. Más bien puede convertirse en la ocasión para mejorar las relaciones y avanzar en una voluntad integracionista.

Rescatemos como símbolo de tal propósito la figura de Bernardo O’Higgins, Libertador de Chile y Gran Mariscal del Perú. Hijo natural del virrey Ambrosio O’Higgins con Isabel Riquelme, conocido como Bernardo Riquelme hasta los 24 años, recibió el reconocimiento del padre quien lo educó encargándolo a conocidos suyos.


Su formación lo llevó a ingresar por su condición social, a un Colegio de Naturales donde estudiaban los hijos de los caciques mapuches. Luego vino a Lima al Colegio del Príncipe y a San Carlos, para finalmente ingresar a un colegio cerca de Londres, donde su profesor de matemáticas fue Francisco de Miranda, el gran prócer de la libertad americana, más tarde Gran Mariscal de Francia. Pronto descubrió el fuego de la revolución y adhirió con ardiente convicción a las ideas del maestro, aunque ello le valiera el enojo del padre.

O’Higgins se convierte en un actor crucial de las guerras de independencia. Capitán General del ejército patriota, acompaña a José de San Martín en el Ejército de los Andes. Vive todos los avatares de las victorias y derrotas hasta Chacabuco y Maipú. De 1817 a 1823 ocupa el cargo de Director Supremo de Chile y su papel resulta decisivo en la formación del Ejército Libertador del Perú, donde si bien los oficiales son argentinos, la tropa es mayoritariamente chilena, al punto de que marchan bajo su bandera.


El enorme costo de dicha campaña repercute en las finanzas de su gobierno, lo que lo lleva a una paradójica abdicación ante el Senado, en medio de los vítores y los aplausos de las masas al héroe de la libertad.



Vuelve al Perú, a su casa limeña y a su hacienda Montalván en Cañete, donde muere en 1842. Tuvo tiempo para interceder entre las tropas de Santa Cruz y las chilenas de Bulnes para evitar la derrota de la Confederación de Perú y Bolivia.

¿Porqué no dedicamos el triángulo a un gran memorial a Bernardo O’Higgins, donde recordemos los fastos del Ejército Libertador y a quienes como San Martín y Miranda pensaron que debíamos ser una sola gran república americana?

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