Por: Ricardo Yturbe López
Los actos de violencia e
intolerancia, en el platón de ayer, llevado a cabo en la Plaza San Martín, perpetrados
por los autodenominados “indignados”, que no son más que miembros de los
partidos y grupúsculos de partidos comunistas, socialistas, casi comunistas,
casi socialistas, y más facciones, nos deja dos lecciones importantes:
1. Tenemos
una izquierda intolerante, odiadora e histérica que no cambiará. Esos odios
antiapristas son transmitidos, en muchos casos, de manera umbilical, y en otros
por presión social y hasta laboral. Lo visto ayer era una serie de grupúsculos
de todas las tonalidades marxistas y maoístas, sin orden, sin norte, sin
discurso común y sin más programa en común que su visceral antiaprismo. Y es
que verlos saltar y dar alaridos mientras quemaban una bandera del APRA, era
como ver una película ambientada en el mesolítico.
Sin lugar a
dudas, es necesaria la presencia de la izquierda en el país que represente su
agenda y programa, y que enriquezca el debate en el sistema democrático de
nuestro país. Pero es imperativo que la izquierda deslinde con estos
movimientos violentistas e incoherentes, que reclaman con voz en cuello su
derecho a expresarse, pero que corretean con fuego a los apristas. O que
reclaman por los derechos humanos de algunos, pero que mantienen un silencio
cómplice la muerte de tres jóvenes en las protestas en Venezuela, en contra de
un régimen fascista, como el de Nicolás Maduro.
2. El
Partido Aprista Peruano, como institución, carga los lastres de actos cometidos
por algunos militantes, ex militantes, cuando han sido hechos personales, en
los que el APRA jamás se benefició, sino aquellos que delinquieron para saciar
un apetito personal. Pero la existencia de comunidad política (y el APRA es la
única que cuenta con ella), hace que la etiqueta la carguen, inclusive,
muchachos de 17 años que recién empiezan a vivir, se les llega a acusar por
hechos, que sucedieron cuando ni estaban en proyecto natal.
Pero esto no
sucede con las demás fuerzas políticas, por ejemplo cuando hablamos del tema
ECOTEVA, sólo se le acusa a Toledo, y no a Perú Posible; cuando se hace
referencia a la cena de Chehade con mandos policiales en el “Brujas de Cachiche”,
sólo se toca a el ex vicepresidente, y no al Partido Nacionalista; del mismo
modo podemos hablar del caso COMUNICORE, sólo se trataba de Castañeda, y no de
Solidaridad Nacional.
Esa existencia
de “comunidad política” en el APRA, que le hace compartir aciertos desaciertos,
rasgos y sentidos comunes, la pone en obligación de tomar acciones que involucre
a toda su organización y militancia a fin de borrar esas etiquetas de “corruptos”
“faenones” “Petroaudios”, etc. Ello implica dar paso a una nueva generación de
militantes, preparados en el campo político y profesional, para que refresquen
la imagen del Partido, rescatando a los buenos cuadros. No se trata de una
fumigación, sino de una limpieza y orden
de la casa.
La política
nacional ya ha presentado nuevos rostros a la sociedad, una muestra de ello fue
el proceso de revocatoria del año pasado, donde vimos cuadros que refrescaron
el escenario político, pero el Partido Aprista Peruano, insistía en presentar a
los mismo rostros, nadie duda que lo hicieron con gran altura, pero considero
que se perdió la oportunidad de presentar, por lo menos un par de rostros como
aporte a esta nueva ola de políticos peruanos.
El Partido
Aprista está en la obligación de reestructurar su organización, de tal manera
que responda a las necesidades de una sociedad que cada día piensa menos en
militar en un partido político, que siente que no necesita de éstos para
satisfacer sus demandas, ni canalizar su mensaje, por qué cuenta con las redes
sociales que le permite al ciudadano decirle directamente lo que se le ocurre a
sus autoridades. Debe aprovechar la mística que ha caracterizado y mostrarse como un grupo humano con alma, el cual sea visto por el ciudadano como alguien parecido a él.
Por ello, es necesaria
una reingeniería orgánica y de cuadros, que permitan al APRA reenganchar con la
sociedad, no como el partido de masas, que ello no funciona ahora, pero sí como
un instrumento de transformación social y de atención efectivas de demandas.
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