No hay ningún problema con que el expresidente brasileño Lula venga a promover las relaciones comerciales y a promocionar la inversión brasileña en el Perú, pues es algo muy acertado que también hace el expresidente Alan García en sus conferencias por el mundo y cada vez que tiene la oportunidad de reunirse con empresarios y líderes mundiales, llamándolos a invertir en nuestro país, pues al ser la inversión privada el motor del crecimiento económico, es la que en buena parte ha hecho posible el crecimiento sostenido del país durante los últimos 10 años. Y porque además, al ser Brasil una especie de gran hermano dentro del continente, es saludable que se restablezca la confianza entre ambos países, confianza que se había resquebrajado al inicio del gobierno de la pareja presidencial, luego de que Lula les diera su total apoyo durante la campaña presidencial, llegando incluso a mandar a su asesor en marketing político, el extrotskista y lobista Luis Favre, a que se ponga al servicio del comandante Humala.
Lo que sí es inadmisible es que Lula se entrometa en nuestra política interna, manifestando en su primer encuentro con la prensa y estando en compañía del mismo Ollanta Humala, su beneplácito con la reelección conyugal, pues con mucho desparpajo se atrevió a decir que un gobierno no alcanza para realizar todas las obras que un presidente debe de hacer. Obviamente si uno pierde dos años como los ha perdido la pareja presidencial, el tiempo no va a alcanzar para realizar importantes obras de infraestructura, que son la mejor arma para combatir a la pobreza. La actitud del expresidente Lula ha sido el equivalente a que un líder peruano vaya a Brasil y le diga a la presienta Dilma Rousseff, que los corruptos de su gobierno, que son varios exministros y amigos personales de Lula, vayan a la cárcel. Recordemos no más el escandaloso caso de sobornos a diputados y senadores, conocido como el “Mensalao” (mensualidad), en el que estaría implicado el mismo expresidente Lula.
Basta ya de inmiscuirse en la política interna del Perú, primero lo hizo el fraudulento e ilegal presidente venezolano Nicolás Maduro, quien provocó la salida del canciller Roncagliolo y ahora lo hace Lula. Cierto es que al día siguiente de estas primeras declaraciones, le hicieron ver su semejante intromisión, ante lo cual retrocedió manifestando luego que él es partidario de la alternancia en el poder. Es decir, en menos de 24 horas cambió de opinión rotundamente, por lo que no se puede descartar que cuando realizó aquellas declaraciones, lo haya hecho bajo los efectos de las comidas rociadas que tanto le gustan al líder brasileño.
No perdamos nuestra soberanía recibiendo órdenes de fuera y mucho menos copiando modelos poco exitosos, recordemos que el modelo brasileño solo pudo conseguir durante el periodo 2006-2011 un crecimiento acumulado de 29% a diferencia del 45% que consiguió el Perú durante ese mismo periodo. El amor por los pobres se prueba con resultados y no regalando dinero de manera irresponsable.
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