La propuesta de crear una entidad que dependa
del gobierno para supervisar a las universidades atenta directamente
contra la autonomía universitaria consagrada en la Constitución. Sobre
todo plantea una idea absolutamente equivocada al querer condicionar la
producción de conocimiento desde la autoridad política
Es cierto que las universidades en el Perú
brindan una formación que dista mucho de los niveles internacionales y
por lo mismo la urgente búsqueda de una reorientación de la enseñanza
marca el debate. El diagnóstico nos demuestra que condicionamientos
históricos, como la falta de una sólida cultura democrática y la
reciente colonización del mundo académico por el mercado, explican la
situación.
La idea de una solvente comunidad universitaria nunca
agradó a los regímenes autoritarios ni al poder económico. A lo largo
del Siglo XX la intervención, si no la clausura, fue el signo del
repudio a la inteligencia. La exacerbación de respuestas ideologizadas
no ayudó a mejorar el nivel. Menos al introducir, como hizo el
fujimorismo, la idea del lucro en la educación, cuyos valores e impacto
cultural y social, superan largamente a la ganancia inmediata.
Contamos
actualmente con casi un centenar de universidades a las que buscándolas
con lupa en los rankings mundiales, apenas encontramos media docena
entre el segundo y tercer millar de la clasificación. Con suerte, a
partir del puesto seiscientos, a veces aparecen las dos mejores, San
Marcos y la Católica.
La razón es clara, nuestra educación
superior está pésimamente sustentada y peor orientada. Los criterios de
las clasificadoras internacionales, que son entidades privadas o
públicas autónomas, de gran prestigio y desligadas del poder político,
se centran en la medición de la investigación y el conocimiento
producidos. Quaqurelli Symonds (QS), The Times, la universidad Jiao Tong
de Shangai, entre las más reconocidas, califican usando criterios
bibliométricos, referidos a los indicadores que miden la investigación y
la creación de conocimiento. Ello significa que toman en cuenta el
número de libros de sus docentes, los artículos publicados en revistas
indexadas, los premios Nobel o la Medalla Fields recibidos por sus
profesores o egresados, la cantidad de citas que los convierte en
referentes. Se mide el número de publicaciones de calidad subidas a la
red, que a su vez son visitadas internacionalmente en sus respectivas
áreas.
La cibermetría aplicada en serio, constituye un indicador
clave de cara al futuro. Los criterios que quieren imponer desde la
autoridad en el país, no fomentan la investigación y el conocimiento
sino formalidades burocráticas o cuantitativas, que nos seguirán
manteniendo a años luz de la sociedad del conocimiento.
Si bien
la asamblea de rectores peca de burocratismo y no dedica su presupuesto a
la investigación ni privilegia políticas en tal sentido, la alternativa
de la intervención administrativa de funcionarios del gobierno de
turno, es peor.
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